FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«Había tomado la decisión de vivir para siempre o morir en el intento, y cada vez que subía al avión su única misión era bajar vivo».
Trampa 22, Joseph Heller
Pongámonos por un momento en la piel de un entrenador que prepara un partido contra el Barça. Comienzas por comentar con tu central zurdo, tu lateral y tu carrilero diestro el papel de Alba entrando por la izquierda. Alertas también sobre el estado de forma de Suárez, pides que reciba cuanto más lejos del área mejor. Si juega Dembélé, que le den y le provoquen que es joven y tiene pinta de explosivo inestable; si juega Paulinho, abogas porque le dejen solo siempre que no pise el área pequeña. Coutinho: como no se puede hacer mucho más, que no chute solo desde la frontal. Ojo también al devastador pase profundo de Busquets rompiendo líneas de presión. El disparo lejano de Rakitic, y a Iniesta, por Dios, que no le entren de golpe, que ya no son parvulitos, y que igual sus regates son inevitables, pero no sus pases al agujero tras amagar el disparo. Te detienes en las entradas por sorpresa de Sergi Roberto, el peligro a balón parado de Piqué y cuando ya tienes a todo el equipo indisimuladamente mirando el móvil te acuerdas de que Dios juega en el Barça. Joder, ése es un mal momento, y hablas, a ver, un poco de intensidad y otro poco de ayudas. Se trata de no hacer el ridículo y de que tampoco noten que has tirado la toalla. Eres un entrenador que se ha entregado al manoseo discreto del crucifijo que llevas en el bolsillo y que elevas silenciosas plegarias a esa deidad futbolera que es el Absurdo.
Y sin embargo, después de este tedioso y absurdo esfuerzo profesional, aún no has comprendido cuál es El Segundo Mayor Peligro del Barça.
Esta generación única de futbolistas, que con Xavi jubilado e Iniesta camino del Imserso asiático, avista ya su ocaso. En este momento de su gloriosa trayectoria, cubre su pérdida de fulgor y brillantez con una competitividad tremebunda, que supera incluso la de los tiempos en que disputaba la condición de mejor conjunto de la historia. Ha aprendido a no pasar vergüenza por actuaciones pobres como la de ayer, por planteamientos miserables (cuatro centrocampistas, otra vez) como el de ayer, por baños turcos como el del sábado. Este Barça, aún la obra de Messi, Iniesta y Busquets, puede atravesar el mar sin mojarse, cruzar las llamas sin quemarse, esquivar balas y bombas, reírse del débil universo de la estadística.
El ojo no entrenado le llamaría suerte. Pero no, amigos.
El Segundo Mayor Peligro del Barça se llama instinto de supervivencia. Todo él cerebro reptiliano, todo él orbitando en la estrecha dialéctica del morir o matar. El Barça, amigos, lleva desde agosto imbatido en Liga y Champions. El Barça tiene un tercer máximo goleador que responde al nombre de Propia Puerta (8). Este equipo es de un existencialismo asesino y lleva a bordo de la Nostromo a un simpático y devastador Octavo Pasajero.
Y para colmo, de vez en cuando va y juega al fútbol.
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