FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
«Mientras sean carnívoros o humanoides, o ambas cosas, la forma del monstruo tiene poca importancia. Ya sea un Tyrannosaurus rex, un tigre con dientes de sable, un oso gris, un hombro lobo, el coco, un vampiro, Wendigo, Rangda, Grendfel, Moby Dick, Josif Stalin, el Diablo o cualquier otra manifestación de la Bestia, todos son objeto de una oscura fascinación, en gran parte debido a su capacidad de destruirnos consciente y deliberadamente».
John Vaillant, El Tigre
«Alguien ha sido malo», nos decimos, mientras silbamos pegadizas melodías y damos saltironets alegres y precisos justo para no pisar las franjas blancas del paso de zebra. Toca La Banda, la malvada Banda, la que robó a lo largo y ancho de varias Champions, la que compitió la mitad del tiempo para llegar en forma al mes de marzo, la que lesionó a la estella del rival en una final, la que sacrifica neonatos al Maligno a cambio de la torpeza de los guardametas rivales y de las lesiones de los mejores jugadores rivales, la de los sorteos milagrosos, la de la crueldad infinita en sus mil formas de malganar.
Y con ese humor beatífico, con la satisfacción de quien ha dado con un gran epitafi, palpamos discretamente con la yema de los dedos la navaja suiza que llevamos en el bolsillo. Más bien la katana. Deberíamos decir el trabuco. De acuerdo, el bazoca. Lo dejaremos en bomba H, y a otra cosa. Trin, trin, trin.
Porque en esta semana primaveral de finales de invierno, visitamos el Cuernabéu por partida doble y somos más optimistas que Raphael porque jugará en nuestro equipo Muhammed Ali y saldrá con el 10 a la espalda Michael Jordan. Ay, qué larga la espera. La Bestia, 26 muescas en el cabezal del Blanco Sepulcro. La Bestia, suelta en la fría taiga que más le motiva, cuando ya hemos asumido que no quedan más de 10 partidos de La Bestia Parda en ese Averno. Y lo hace en doble sesión:
Vienen días de fragor y pólvora, pero la mirada la tenemos fija en un punto incierto del horizonte. Se llama Champions. Somos felices; una cacería se ha iniciado y queremos horrorizarnos ante un nuevo espectáculo de deseo, ansiedad y destino.
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