Clásico

Territorio de caza (II)

28 febrero , 2019

“Lo que los tigres suelen hacer y lo que pueden hacer son cosas muy distintas”.

John Vaillant, El tigre

Ya vieron la juerga. El Barça logró ayer jugar rematadamente mal, desnaturalizarse, jugar como el Inter de los años 80 y aun así, ganar 0-3 en el Cuernabéu. Lo hizo con un fútbol miserable, de contragolpe, con un Messi enfundado en el traje de ojeroso funcionario. Miren, un servidor no tiene recuerdes de cierto 0-3 de 1984 en ese mismo escenario, con Calderé y gente exótica, pero sí imaginamos un choque como el de ayer. La cosa fue escandalosa: bien avanzada la segunda parte, sumaba La Banda cinco ocasiones por ninguna el Barça.

Y en verdad les digo que hay que alegrarse.

Avisamos aquí que ante un eventual partido de Champions, convendrá tener la agresividad en máximos. Y en nada ayudan precedentes como el 5-1 del Camp Nou o el 0-3 de ayer. ¿Cómo van a motivarse al máximo ante un rival tan infecto? Pero por suerte, el de ayer es un resultado enormemente engañoso y Ter Stegen será capaz de recordarlo a unos y otros. El Barça fue sacudido por el rival y eso nos gusta. Sería muy mónguer que el vestuario se creyera que su superioridad sobre el Mal está en un 9-2, especialmente cuando suene el himno de Händel.

En segundo lugar, y a pesar de jugar con demasiados titulares para nuestro gusto, el Barça relajó piernas y espíritu en pleno infierno. Ya sabemos que a cada gran actuación necesitamos tres choques de descanso, y el de ayer fue el primero tras el 2-4 del Pizjuán. Poc a poquet. Lo crucial se llama Lyon.

Y sobre todo, y más importante, porque el impacto simbólico del resultado de ayer es idéntico al que habría tenido en nuestro bando una lesión de ligamentos de la rodilla izquierda de Messi. Que La Banda palme una eliminatoria en casa, con su mejor once en el campo y abandonada de la suerte, ay, han aparecido grafitis culers en la ventana del despacho del Tito Flo. Que el equipo más ganador de la historia, el de la uberpotra y las maldiciones a los rivales se estrelle por su poca puntería, apaguen las luces, por favor. Cuando un conjunto con una plantilla de superjugadores tiene su principal recurso futbolístico en un dodecasílabo «Échale huevos / Real échale huevos» y también ese plan fracasa, nuestro universo gira feliz.

Piensen, recuerden, que hace un año, La Banda se recuperaba de seis meses de indolencia y desvergüenza barriendo al PSG. Y partir de ahí rearmó su moral. Con argumentos tan estrambóticos como los que habíamos visto en estas últimas semanas:

Ellos, que no tienen a Messi pero sí esa caldera con pócimas infernales, conocieron ayer, en una noche de nefasto fútbol azulgrana, el miedo. Quizá empiecen a levantarse cada mañana preguntándose si el yin quiere cobrarse el yang del último lustro. Quizá sospechen que sin los milagros de su escudo no son nada. Que ese persistente olor a muerto no proviene del Manzanares.

 

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