FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su viaje, con medio once compuesto por peña imberbe. Con tres lesionados clave en un equipo escaso de talento y sin fondo de armario. Y todo en el contexto de un éxito, ya encarrilado, de saber que la Liga está en el bolsillo. Pero nadie lo ve: eran los peores tiempos, era el siglo de la locura, era la edad de la incredulidad, era la época de las tinieblas, era el invierno de la desesperación, no teníamos nada, íbamos de cabeza al Infierno. O eso parecería, si se leyera mal.
Nada ha servido para frenar la hemorragia de autoestima, para evitar el brote de histeria colectiva surgido tras el 0-4 de Copa contra el Mal, contra un equipo que básicamente hizo lo de siempre: contragolpear con estrellas de talla mundial, con el mejor extremo del planeta. ¿Fue tan grave lo que se vio sobre el césped? Después de tres victorias consecutivas en Clásicos (dos de ellas con importantes baños de juego), el Barça, este Barça 0,0 en que nos ha sumido la vida sin Pedri acabó el partido con más posesión (52-48), más disparos (11-9), más faltas cometidas (21-9) y más córners forzados (3-1). [Y como saben, en este agujero no se habla de arbitrajes por no contribuir a la subnormalidad colectiva, que ya va sobrada sin ayuda]. No sería tan horripilante la cosa.
Lo que resulta interesante hoy es poner la lupa en el desquicie que ha propiciado el 0-4 en el pueblo culer. El debate es el siguiente: ¿nos hemos vuelto retromónguers? ¿Seremos ya para siempre un club de inframentales?
Hay, felizmente, varias mierdas que explican la reacción explosiva de la culerada.
En primer lugar: la guerra de trincheras. Recuerden el curioso axioma: en el Barça de hoy, hay más culers satisfechos en la derrota que en la victoria. Lo contamos aquí, es una chifladura, pero es el club que habitamos mientras no logremos comprender que las urnas ya llegarán y que hasta entonces nos quedan el equipo y el balón.
Más: el síndrome del nuevo pobre. Qué duro y qué difícil pasar en tan pocos años de ser el mejor club del mundo, referencia indiscutible en todo, a la infamia de la EuropaLí. Cada cual encaja el golpe como puede, y quien no entiende la lógica de los ciclos deportivos o no puede controlar la inquina, lo procesa en forma de críticas enloquecidas.
Tercero, le memoria a corto plazo: ésa nos funciona estupendamente y en la década mágica del bartortosellismo hemos visto tales atrocidades (Tatas, Paulorossos, el Rónal, los Sarabias) que súbitamente hemos perdido la confianza en las grandes decisiones deportivas. Xavi es víctima de ello: al mejor jugador que jamás ha salido de La Masia (porque La Bestia, convendremos, es hija de un milagro) se le dispensa el trato exacto que daríamos a Gravesen o Soldevilla.
Y si nos permiten, la memoria a largo plazo: ésa nos falla. En este club, sufridas generaciones enteras han vivido la rutina de ganas un título cada década, han cohabitado con un fútbol propio del Burgos, se han conformado con ganar al Espanyol para salvar el año. Pero ahora, increíblemente, no aceptamos sino la magia y el idilio, y nuestra huida del barro nos parece una humillación insufrible.
Y por último, el rencor cotidiano. No ayuda que cada barcelonista se haya tenido que tragar cinco temporadas más de las que tocaban de su parafobia favorita. Los que odiamos a Dembélé llevamos ya tiempo sumidos de lleno en la autoagresión y las pesadillas perturbadoras. Los que la tienen con Alba, en fin, que Dios les dé paz, pobres criaturas. Los que no pueden con Sergi Roberto, espalmos y espumarajos de saliva. La ira, la saludable y fantástica ira, tiene el problema de que tiende a descontrolarse.
Uno quiere pensar que todo pasará, que lograremos poner las vistas y los corazones en el verde, que la poda del vestuario seguirá. La ira bajará, la pulsión sensual del balón volverá y seremos, de nuevo, un caldo de cultivo razonable para un gran proyecto -aunque sí, la tara nuñista nos acompañará de por vida-. Esperemos que hasta entoces la mirada anfibia de Jordi Cruyff y el cerebro esférico de Xavi no escuchen la demencial cháchara que procede de nosotros, el populacho del FCB.
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