FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Habrá en Madrid 2.000 personas conocedoras de la verdad del caso Negreira y que callan satisfechos mientras la descerebrada masa acude con antorchas a incendiar el decadente Camp Nou. De esas 2.000, un puñado saben del asunto desde hace años, y parece ser que decidieron hacer público el asunto en un ataque de furia antiturca, promovido por una entidad que comparte algunas letras y bastante de la mala intención de la ESPECTRA de James Bond.
Sí, el Barça pagó a un exárbitro durante lustros. No, no es nada edificante. Un mes después de haber explotado el formidable escándalo, hemos sabido que el Barça gozó del privilegio de saber, tres meses antes, quién pitaría una final de Copa contra el Alavés. En fin, aguanten la risa, controlen la llorera.
Hay 2.000 personas en Madrid que comprenden al detalle de las corruptelas perpetradas por dirigentes del Barça de ayer, de hoy, y de siempre. Hay quien dice, atención, que saldrá a la luz un pago concreto a un árbitro de un partido. Ya veremos. Por lo pronto sabemos, se lo anuncio en exclusiva, que no sería Mateu Lahoz, que en 2014, con un error comprensible y humano, nos privó de una Liga anulando un gol a Messi en la última jornada. Tampoco sería Hernández Hernández, que en 2017 no vio un gol que entró más de medio metro en la portería del Betis en un día en que le rapiñó dos penaltis a Neymar. Sí, ese año, el de la extraña y postrera victoria del Madrí en Málaga.
Ya ven. Tras las tres mejores décadas deportivas del Barça, y cuando salimos del hoyo en que nos había sumido un decenio de nuñismo, andamos discutiendo la perversidad del Barça, un equipo que no pega, que pide el balón, que cada año gana el puto premio de mierda del Fair Play y que ha arrasado con insultante suficiencia en España desde hace 15 años. Pero hay 2.000 chulapos que han hecho todo lo posible por convertir un vulgar mangonero en el asesinato de Kennedy del planeta fútbol. Da risa pensar que el club de Florentino Pérez (digámoslo más, digámoslo hasta el fin de los siglos: el club de Florentino Pérez) ande cuestionando la honestidad de terceros: el cártel de Sinaloa les comunica, indignado, que un quinceañero ha vendido diez euros de costo en una esquina.
Y es ésas, vaya por dios, hoy había un partido.
Sin nuestro mejor jugador, sin brillantez, pero con hambre y superioridad, esta noche hemos podido brindar la Liga a los 2.000 Ultras Sur de calle Serrano. Este campeonato se ha acabado y ha acabado en un día perfecto para recordar la pataleta de Tebas y Toñín el Torero con los fichajes de Lewandowski, de Raphinha, de Koundé. No les gustaron nada. A ellos les venían mejor Luuk de Jong, Jutglà y Mingueza, sí; a ellos les venía mejor un Barça resignado a su suerte y que no les pegara semejante meneo sin Pedri, después del polvo de la Supercopa y la cómica victoria a domicilio de la Copa. El campeón de Europa y del mundo queda a 12 puntos, y con otra visita al dentista en 15 días.
En noches así, con los crepusculares Busquets y san Sergi Roberto en la medular (seis asistencias y un gol ya en Clásicos) conviene recordar que el sentido de este Barça es ajusticiar al horror del club-estado de la península que habitamos. Permítanme un recordatorio: el Nápoles está a punto de levantar su tercer scudetto en 96 años de historia. Es un equipo odiado en todo el país, Oh, Vesuvio, lavali col fuoco. Qué duro ser napolitano en ese país que les odia de ese modo descarnado, qué difícil ganar nada cuando todos te odian, desde los ministerios, a las Federaciones, pasando por oscuros líniers y extraños comités de competición. Hay que ser muy superior para ganar en esas circunstancias: pobre Nápoles, grande Nápoles: será el tercero, y a fe que lo gritaremos, porque sabemos cuánto cuesta. Nosotros llevamos 26 en un país que nos odia igual, por catalanes, por tener criterio estético, por denostar a esa mala raza de trotones que sólo esprintan y chutan.
Es la nuestra una misión de Dios. Servir al fútbol, combatir el mal y por supuesto (esto de Kessié es para ellos) joder a los 2.000 hipócritas de la corbata con estanquera.
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