FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Aquí yace el Barça, y no es un hermoso cadáver el que ocupa el ataúd. Joder, se nos caen las lágrimas, qué vacío, la muerte de un joven, miren que prometía tras el título de la 2022-23, uno pensaba que pasaría del inseguro andar a un alegre trotecillo.
[Ruidoso sorbo de mocos]
Han pasado pocas horas desde que nos comunicaron la defunción y vemos sobre la camilla heridas compatibles con la muerte que nada tenían que ver las unas con las otras. Y empezamos aquí por esas marcas en el cuello, a ese estrangulamiento fatal, ese gasto de sólo 3 millones en verano para traer al fallido Romeu. El club estaba en la ruina, y nunca es mal día para recordar a Sandromeu y la destrucción copta que practicaron del monumento al fútbol que heredaron en 2010. Pero si el club estaba en la ruina, ¿a qué venía gastar 40 kilos por el tal Tigrinho, representado de Cury? El pulgar que se aprecia ahí, junto al morado, parece el de un legendario centrocampista portugués de origen brasileño especialista en goles de rebote. Mientras fichábamos a un vigoroso nueve incapaz de controlar un balón, ¿quién sustituía pues al jefe de cocina del centro del campo, a la figura clave de todo Barça digno de tal nombre? Ya lo han visto: la nada más completa. Nadie. A competir ahí con garantías contra el Club Estado. ¿Qué habría sido de este equipo con un Zubimendi, con un pivote que entendiera el fútbol? Ah, ya nunca lo sabremos.
En este estrangulamiento, qué feos esos moratones a lado y lado de la yugular, conviene destacar también el fichaje de los Joaos, de quienes simplemente, y a falta de las notas -no tardarán, está el teclado en el afilador- podemos decir que son anticompetitivos. El acierto de Gündogan no puede compensar todo lo anterior. Esto habría matado de asfixia a cualquiera y lleva la firma tanto de la anterior directiva como de la actual.
Pero conviene mirar adonde sabemos que nos dolerá la retina. Esa tremenda contusión en la cabeza, ese cráneo hendido, no habría hecho falta nada más. Una conmoción cerebral de ese calibre mata a un hombre, a un caballo, a un elefante. ¿Qué pasaría aquí, se pregunta el forense, le cayó un piano de plomo desde un ático? Es un golpe espantoso. Es un golpe que explica que el equipo haya estado lejos de jugar como el Barça tiene que jugar, es un golpe que habla de entrenadores fallidos, de salidas de balón inexistentes, de ritmos de juego mortecinos, de kilométricas distancias entre líneas, de una presión caprichosa y discontinua. Este hostión en la cabeza bien podría ser el de un técnico que no ha estado a la altura, quizás el de alguien que fue un genio de tal dimensión y vivía tan bien en el Olimpo de Guardiola que nunca tuvo ni idea de por qué funcionaba aquello. El hostión, sí, encaja perfecto con la mano abierta de Xavi Hernández, puede que golpeara a la víctima en un rapto de furia entre expulsión y expulsión.
Y, ay, qué pena más grande que también sea el entrenador el asesino, en un club que se hizo grande desde el banquillo, y no desde el palco ni las recalificaciones.
Pero si el pobre infeliz da lástima, qué campeón prometedor era, qué potrillo lleno de vida, es por este politraumatismo generalizado. Lo que tiene en el fémur, qué horror. La columna vertebral desmadejada. De todas esas costillas no hay media sana. ¿Y cómo cojones se rompería una rodilla hacia dentro de ese modo? Y ya puestos, no disimulemos. Ese párpado está cerrado, pero el globo ocular que hay dentro no aparece por ningún lado. Y mejor que no contemos dedos, debería haber 20, con suerte llegamos a la docena. No, no retire la toalla, no miraremos sus partes pudiendas. Aunque esa oscura mancha da para pensar. Esta policontusión y este encarnizamiento, esta apariencia de tortura china o de haber sido arrollado por una estampida de diplodocus anfetamínicos sólo puede ser fruto de la violencia tumultuaria, de todo un vestuario compinchado en cuajar un año de putísima pena. Manda todo al laboratorio, sí, que aparecerá ahí ADN de los cinco meses que se marcó Koundé de octubre a febrero, nadie habría sobrevivido a tal mierda. Y sí, bajo las uñas hay piel polaca, valiente puta mierda, tremendo y escandaloso truño para ser el mejor pagado del mejor equipo de fútbol de la historia. Y haría falta una fuerza de coloso para haber partido así el espinazo, sólo puede ser Araujo, un año para olvidar, en la mejor tradición de los Umtitis, los Mascheranos y los Puyoles, qué nefasto, qué infamia.
Capítulo aparte merece lo del pecho. Qué cojones será ese agujero del tamaño de un melón, oh, mira, un pelito rubio. Ay, amigos, que Busquets nos dejó, y con él afloró la incompetencia tulipán, y con De Fraud hemos bordeado todos los grises que van del sopor a la verüenza ajena. Y sí, ya nos han confirmado que la víctima pasó las últimas horas de fiesta, se le veía deshidratado, y esas ojeras, yo esas ojeras ya las he visto, quizá fuera Pedri, sumido en durísima competición con Motta 2006, con Piqué 2009, desafiando a Los Grandes Titanes de Barcelona la Nuit. Uy, uy, qué poquita gente se salva del vestuario, qué conjura violenta, cuánto salvajismo y poca urbanidad.
***
Dice adiós el forense, entra por la puerta el inspector. El pobre hombre, encorvado por el peso de décadas de horrores, con un velo en la mirada tras años de asistir a robos, violencia y lo peor de la condición humana, tarda un segundo en comprender lo ocurrido la ignominiosa tarde del 24 de abril. El club compra la moto de Xavi y le da un año más; Xavi lamenta haber dimitido en diferido y se dice motivadísimo para el nuevo año; Laporta llora en defensa del técnico y las portadas proclaman «FEELING»: del «la derrota tendrá consecuencias» pasamos, alehop, al «pelillos a la mar».
Nuestro inspector lo mira, y en unas décimas comprende que se ha producido un vegonzoso pacto de silencio. Xavi no se cagará en la directiva, espectacular sindiós la política de fichajes, con razón no queda en el club medio tío de nivel; la directiva no cuestionará a los jugadores, vaya banda de gandules y vividores, que se salvan cinco, acojonante robo el perpetrado, y no se follará a medio vestuario; los jugadores no dirán que menudo truño de entrenador, seamos claros, ya hemos apoyado lo que había que apoyar pero no hemos hecho cinco minutos, CINCO MINUTOS, dignos del Barça en todo el año.
No importa, ya nadie dirá nada. Que sigan, Toshack dixit, los mismos cabrones en el palco, el banquillo y sobre el verde.
¡Todo está bien! ¡Acerca el Ambipur si el muerto empieza a oler! Uno diría que la mirada del muerto en la camilla, dolor, pena y estupefacción, podría ser la nuestra cuando recibimos el whatsapp de HOLA QUERIDO QUE DIOS TE BENDIGA TENGO PROBLEMÓN AEROPORTUARIO ME PUEDES MANDAR 300 EUROS QUE TE LOS DOY MAÑANA LA VIRGEN ESTÁ CONTIGO, esa misma lástima íntima con que nos formulamos, abatidos, la gran pregunta que este final de temporada nos deja: ¿Tan subnormal parezco?
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