Qué diferencia entre ver ganar al Liverpool y ver pasar al Barça. Los de Benítez, Bestia Negra y pesadilla de Rijkaard, Puyol y del barcelonismo más sensato, estaban fuera en el minuto 84. Pero ahí refulgió su escudo. Un nuevo error arbitral a favor, penalti y todo resuelto. Es la fuerza de un equipo que siente que Europa es su jardín privado, de un escudo maldito que sencillamente no contempla la derrota como una posibilidad.
Y ahí estaba el Barça, jugándose el año con Sala-Martín reconociendo que Ronaldinho no tiene ninguna lesión- de hombros para abajo, se entiende-, con la afición dando la espalda al equipo, con silbidos a Rijkaard a la menor ocasión y con un once adornado por la graciosa presencia de Thuram y Zambrotta. En los primeros 20 minutos, parecía que jugaran 15 alemanas contra cinco del Barça. El pánico campó a sus anchas, pero el equipo sobrevivió porque tiene aún cuatro jugadores que saben cuándo hay que apretar los dientes y hacer aquello tan bello de atarse los machos.
La de ayer pudo ser una noche trágica, una hecatombe. Pero el Barça resistió y llegará a semifinales con un Camp Nou a tope, con Messi en el banco afilando esa mirada de vengador veinteañero que se le ha puesto y con una troupe de futbolistas que saben que se juegan la vida. Ferguson tiene motivos para preocuparse, porque su equipo, capaz de imponer un ritmo trepidante al juego, no tiene el fútbol que algunos le suponen.
Otra cosa es el Liverpool. Ama Europa y llega a los precipicios con la moral a tope y la sintonía con su rupestre afición por bandera. Al Barça, en cambio, le van las luchas fratricidas en el peor momento. Ésa es la grandeza de este equipo que ayer, en una noche en que un viento de tragedia sopló en Barcelona, se metió en su décima semifinal de la mejor competición del mundo. Pocos recordarán el partido de ayer dentro de cinco años. Pero fue una gran noche, en la que un funambulista borracho y despechado sobrevivió a su propio abismo.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
6 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login