FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
El horror de La Rambla impactó a la ciudad, a sus vecinos, a los que la quieren, a gentes y países de cerca y de lejos. El luto ha alcanzado también al barcelonismo que, tras la gigantesca humillación de la primera parte del Bernabéu, se sumió en una desazón y un abatimiento propios de otras épocas.
Así estamos hoy: enlutados en nuestra faceta pública y decente, y acojonados en nuestra esfera bárbara y privada del fútbol. Y eso último igual sí tiene solución.
En la última década, el Barça no ganó siempre. También cayó, también fue atropellado en el Aberno. Recordemos el último capítulo de la era Ronaldinho, recordemos el Cescato. Eso es ley de vida y uno no se rasga las vestiduras. Lo que quizás no habíamos catado en casi una docena de años es esa percepción de inferioridad respecto al gran rival. Ni la certeza de que el equipo da tumbos porque no hay una idea, cuando la idea era lo que nos hizo grandes y lo que juramos mantener.
Pero cuando uno ve los fichajes de Luis Enrique y Robert (por destacar los más paradigmáticos, Arda y André Gomes) comprende que se nos coló en la cocina gente adicta al Avecrem y al aceite de girasol, a las conducciones de balón y al vértigo, asuntos que antes eran exclusivos de la infecta gastronomía de Florentino. Resulta obvio que alguien, por convicción o ideología, dejó de creer en la idea. Y muchos, durante mucho tiempo, lo hicieron posible: Messi y compañía, con sus goles y triunfos, y los 25.000 nuñistas, con su voto y su miseria.
Tras tres meses de durísimas vacaciones, con la Copa de Europa de los Casemiros por enmedio, el retorno no ha podido ser peor. Uno ve de su lado a la misma defensa del pasado año, la que encajó 59 goles, a la que se suma esa gacela inconsciente llamada Semedo, y contempla con horror cómo ya ni siquiera se habla de Íñigo Martínez -dicen que dicen que fue vetado por un capitán que veía peligrar sus nefastos minutos-. También asistimos desconsolados a la falta de fichajes en la medular: están ahí los reumatismos conocidos, con la incógnita de ese bigardo de 29 años que ha llegado para correr mucho y no controlar nada y, aparentemente, escribir un nuevo capítulo de Y así es cómo nos cargamos el legado de Cruyff y Guardiola. Todo ello bajo la supervisión de un club formado por gente incapaz y cínica, de quien uno se aventura a decir que duerme 16 horas al día para dedicar siete y media a familia y trabajo y, finalmente, dirigir el Barça mediante el Whatsapp desde la taza del váter en los momentos de santa defecación.
Pero escuchen, todo eso ya lo sabemos. Aquí no venimos a venderles Biblias, pero pónganse un rato de Youtube y recuperen algo de autoestima. Estamos de acuerdo en que el gran rival parece hoy un tren de mercancías lanzado, pero por alguna razón el pasado año ya le dimos su merecido y en tres de las cuatro mitades de la reciente Supercopa le jugamos de igual a igual en nuestro precario estado de salud. Estamos de acuerdo también en que si tenemos la suerte de que ese engendro menor llamado BBC se sitúe sobre el campo, La Banda brilla en todo su esplendor.
Pero sobre todo debemos tener claro que este Barça, a pesar de sus variopintos, carísimos y prescindibles complementos, sigue siendo el que parieron Piqué, Busquets y Messi. Me añadan a Ter Stegen, Umtiti y Suárez, recuerden que hay días en que sale uno al césped con el ocho a la espalda que flota sobre el césped. Me digan que Alba y Rakitic no son grandes, que con ellos no lo hemos ganado todo. Y ahora sumen a esta juerga a varios tíos que, si acaban viniendo, sumarán muy mucho: Seri, que sería un maravilloso recordatorio de que Xavi iluminó no hace tanto nuestro mundo; Coutinho, un verdadero artista en combustión y cualquier extremo que llegue para hacerle de Hermano Mayor a Deulofeu.
¿No creen en esto? Estupendo. Pero no jodan y no tengan miedo. Nosotros, que somos el pueblo de La Rambla, que históricamente nos informábamos de victorias y derrotas en La Rambla, que celebramos en La Rambla. Nosotros, que hemos bebido miles de veces de las aguas metálicas en esa fuente otras mil veces destrozada. Nosotros, que somos el club que pasea por el mundo el nombre de la ciudad de los prodigios, Ay, Barcelona, dijo con la voz rota por la emoción, ¡qué bonita es!, nosotros no tenemos miedo. Porque La Rambla seguirá, populosa y demencial, siendo nuestra Rambla, y Messi seguirá, culer y omnipotente, siendo nuestro Messi.
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