Cavernícola

13: la mala suerte

9 febrero , 2021

Y ahí llega el anciano Gica Popescu con más de 100 quilos de peso, jugándose un uno contra uno en banda como si fuera Garrincha. Así se siente este bloj, 13 años nos contemplan desde esta semana, no hay articulación que no nos duela y no, no recordamos ya el tiempo en que hacíamos cuatro entradas a la semana con aquel vigor.

El 13, les consta a ustedes, es el de la mala suerte, el de los porteros suplentes, el de sabor a ceniza, derrota, miseria y muerte. Les doy por informados que no hay mayor indicio de decadencia en el periodismo que la inclusión de la primera persona en los artículos. Ese yo-yo-yo rara vez aporta algo, rara vez acaba bien, y siempre acaba pronto. Así que en esta señalada fecha, en este funesto decimotercer aniversario, les viene una abundante ración de Cavernari en cap.

Han sido días oscuros: el mal de Mordor que late en este club se ha dejado ver. Los nuñistas de siempre, esos señores con corbata resentidos del talento, quisieron empujar un poco más a Messi a esa horterada loser que es el PSG. Y llegaba el Granada, y gracias a la incompetencia de Umtiti, cuyos cartílagos habían pertenecido a una abuela de Gica Popescu, y a un delantero fascista se puso la cosa 2-0. En un año en que puede que asistamos a los últimos compases de La Bestia Parda en nuestro equipo, toda derrota anuncia un luto.

Y sí, la mala suerte fue mayúscula, con tres palos, una veintena de disparos y el Yashin de cada semana bajo palos. «Papà, avui no guanyarem, oi?«, insistía una voz a mi lado. «Home, és molt difícil«, respondía un servidor, demasiado indignado con la mala fortuna como para echar discursos sobre la fe. Así fue el asunto hasta que a tres minutos del final Messi, ajeno a todo, con su mejor mirada de androide estrábico, la puso milimétrica al segundo palo. 2-1. Y a la siguiente, otra vez lo mismo: Griezmann lo volvió a hacer todo perfecto, 2-2 de Alba.

Y Popescu se convirtió en Son Goku. Una explosión de gritos (se cuenta que en la casa hubo formidable disgusto), un rayo cegador en la cabeza, enorme violencia gestual en la cama donde un niño de 5 años y su padre celebran el gol. Es el primero quien mantiene su condición sapiens.

Papà, has tirat la làmpara.

Sin soltarle los brazos, miré atrás. Divisé:

  • La lámpara en el suelo,
  • El tapete encima de ella,
  • Una mesilla de noche que solía estar incrustada a la pared, derruida en el desastre
  • Por supuesto, la botella de cerveza que agonizaba en el suelo, en mitad del charco,
  • Un misterioso boquete que habitualmente queda oculto tras la mesilla de noche; mantendremos ustedes y yo en nuestras declaraciones la versión de que nada sabemos del boquete y que ya debía estar ahí.

Entraba un viento helado por el boquete, pero esa reflexión quedó truncada por el más sensato de la habitación:

M’estàs fent mal.

Escuchen la voz de este anciano, respeten mi inminente caída: el fútbol ha vuelto a molar. Nuestra es la Bestia, sí, aún nuestra y para siempre, hijos de puta, nuestra es la Bestia y vean a Pedri y De Jong y consulten cuándo hemos estado como ahora, en plena racha de sólo una derrota y dos empates en 16 partidos, 10 de ellos fuera de casa, y sí, les saldrá que tot això, con nuestras limitaciones y taras y ternura estructural, todo huele a equipo formidable, a equipo que divierte y gana, y a equipo que se pegará una enorme hostia con la sonrisa puesta. Cuando eso ocurra, en este nuestro blog, 13 funestos años, nos limitaremos a decir lo mismo que oirá todo el que cuestione cierto boquete: mala suerte, pero lo pasamos en grande.

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