Las muestras de afecto y respeto del Camp Nou hacia Frank Rijkaard son justas y comprensibles. Rijkaard ha marcado una época y ha ganado la segunda Champions, y además lo ha conseguido enmendando al jugador que escupía a los rivales que un día fue. (http://es.youtube.com/watch?v=rBnE43zxQes)
Pero tal vez el barcelonismo, en su lucidez habitual, haya olvidado de que si hay un culpable de haber
a) permitido que los cracks perdieran los hábitos de trabajo y sacrificio.
b) convencido a Txiki y Laporta de que con los mismos que fracasaron la campaña pasada podría ganar en ésta.
c) ocultado hasta la saciedad las indecencias del vestuario, tal vez creyendo que en el momento decisivo del año todos tirarían del carro,
ése fue Rijkaard. Le ha robado el corazón a la parroquia por su fidelidad a su modelo y a su manera de ser, pero nadie debe olvidar que se vio incapaz de tomar las decisiones. Laporta y Txiki lo hicieron por cobardía e incompetencia, respectivamente; nuestro amado Frank lo hizo por pura bonhomía, inocencia y candidez.
Rijkaard se merecía una ovación en el adiós y apasionados ríos de tinta en el libro de historia del club, cierto. Exactamente igual que los linchados Eto’o y Deco.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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