Sir Bobby Robson ha muerto hoy y uno no puede evitar pensar que se habrá marchado con la misma cara de asombro que le acompañó en algunos de los momentos claves de su vida. Ni los 18 años de cáncer de este inglés bonachón, que se ganó a quienes le conocieron por su afabilidad, debieron de convencerle de que realmente iba a abandonar el planeta en que ganar en el juego de las pantorrillas peludas es transcendental.
Uno de esos momentos llegó en las semifinales de Italia 90, cuando Inglaterra se enfrentó a Alemania y a poco del final Lineker logró otro de sus milagros que valió una prórroga. Era la última gran Inglaterra que se ha visto, con el mítico ariete, el mejor Gazza, Platt o Waddle. La cosa acabó en los penaltis, y ahí acabó el sueño inglés. Robson quedó bastante mejor que Gascoigne (en la foto) pero con una cara de estupefacción que tardó en volver. http://www.youtube.com/watch?v=hH_Yt0K3tZA
Su mayor oportunidad en la escala internacional le llegó en el Camp Nou. En su equipo tenía tres Balones de Oro (Stoichkov, Ronaldo, el Innombrable), otras tantas Botas de Oro (Stoichkov, Ronaldo, Pizzi) y un bloque tremendo, con Luis Enrique, Nadal, Blanc, De la Peña o Giovanni. Aquel año un horror de la eficacia llamado Real Madrí, con un tal Capello en el banco, le robó la Liga y la gloria de llevarse cuatro títulos (sí logró Supercopa, Copa del Rey y Recopa). Sin embargo, el año se recordará por la cara incrédula de Robson tras un gol de Ronaldo (que por lo visto ha celebrado el óbito con una liposucción http://sport.es/default.asp?idpublicacio_PK=44&idioma=CAS&idnoticia_PK=633721&idseccio_PK=806) y por la pitada que le regaló el Camp Nou en un 8-1 al Logroñés, porque el equipo no jugaba a nada.
Aquel día Bobby debió de odiarnos. Ahora, que tendrá todo el tiempo del mundo para vernos jugar, seguramente nos lo agradecerá.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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