FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
El fútbol es un juego perro y adictivo. Y qué gran noche nos dio. La noche en que un Villa infame logró ser decisivo con una asistencia y por el peso de su gol en la ida. La noche en que Busquets decidió humanizarse metiéndose un golazo en propia meta. La noche en que Alves pisó el área rival 50 veces y en que Xavi e Iniesta lo bordaron. La noche en que Wenger, con todas las musas, meigas, brujas y potras de su lado, acarició un milagro que sólo podría darse en un deporte tan salvaje como éste.
Al final, el Barça ganó porque es mucho mejor que el Arsenal, porque chutó 20 veces a puerta por cero la farsa de Wenger –¡qué placer incomparable derrotar a su equipo, al equipo que ayer animaban Henry y Mourinho!-. Y sobre todo, porque tiene a Messi, ese ser maravilloso que se acordó ayer de un gol remoto y quiso aclarar que aquello no fue ni casualidad ni error.
Puede que el Barça no juegue en muchos años contra un equipo que tenga tanta suerte. Pero estamos en paces: el Arsenal, nuestro buen Arsenal, no jugará contra nadie que tenga tanto Messi.
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