FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Tenía un perfil altanero, andares elásticos, sonrisa confiada y movimientos de estrella del hip-hop. Practicaba todo tipo de deportes violentos, como el windsurf, el ciclismo o el tenis de mesa. También el fútbol, por supuesto. Esta dispersión no respondía a unos gustos eclécticos, sino al natural omnívoro de este competidor nato.
Conocí a Christian en unas playas batidas por la tramuntana. Su chulería franca y natural deslenguado casaban perfectamente con sus preferencias futbolísticas: él era de La Banda. “¡Júlio Batista!”, gritaba cada vez que recibía el balón [sí, también a él le costaba esa molesta pe que suele ignorarse en Madrid]. “¡Gol de Júlio la Bestia Batista!”, clamaba cada vez que marcaba en el mundialito que hicimos.
Menudo, pero musculoso y explosivo, se hacía difícil quitarle el balón entre las dunas de la playa. Tenía rodillas de granito y no se inmutaba con los golpes, rascadas y magulladuras propias del fútbol playa. Jugaba fácil en ataque, era pegajoso y arácnido en defensa. Nos ganó infinidad de veces; aquella sería la primera vez que odiamos y admiramos el cuello de búfalo de Baptista.
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