Champions

Nada en este mundo

24 mayo , 2011

 
 
Posiblemente haya un momento en que uno es consciente de la inminencia de la muerte y mira atrás, repasa las arrugas de las penas, las cicatrices de las puñaladas y también encuentra el consuelo de algunas caras sonrientes, algunas caricias. En el caso de los barcelonistas, ese flash-back incluye algunos 5-0, alguna chilena, y por encima de todo, las Champions.
 
La vida del culé no se entiende sin este título. Hay barcelonistas jóvenes que recorren su cronología en función de las Copas de Europa que han celebrado. Los hay que se hacen promesas: «Si ganamos la cuarta, me caso». También hay barcelonistas maduros que piden a los cielos irse a la tumba con determinado número de títulos. Los hay que aún no pueden creerse la suerte inmensa de haber conocido a Xavi, Piqué, Iniesta y Messi antes de irse al otro mundo. Y todos comparten algo: el 20 de mayo de 1992 será siempre una fecha tan importante como la del nacimiento; fue el día en que supieron que la vida podía ser maravillosa.
 
Pero ganarlas es un suplicio. El horror, el horror: los palos cuadrados, Duckadam, Lombardo, Desailly, Henry, Cristiano. Los alaridos más salvajes para Koeman, Eto’o y Messi. Y el inigualable Belletti, autor del mayor éxtasis en azulgrana de siempre. Porque estas finales, centro del fútbol mundial, no son partidos; son una tortura donde se prueba la fe y el deseo de jugadores y aficiones.
 
Así pues, el sábado hagan sus promesas, lancen oscuros rezos, aguanten, agárrense al sofá, griten como si fuera la última vez y piensen en la Copa de todas las Copas. Deséenla, deséenla como el Humbert de Nabokov deseaba a su Lolita: «La miré y la remiré, y comprendí, con tanta certeza como que me he de morir, que la quería más que a nada en este mundo».

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