FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
En esta edad dorada que se nos ha permitido vivir, la pasión de la culerada cumple escrupulosamente con unos ciclos predeterminados: se aletarga durante los largos meses de otoño e invierno, sacudida sólo por algún choque contra La Banda o las bienales apariciones en el Mundial de Clubes. Después espera paciente a que lleguen los duelos a vida o muerte en Champions para despertar con la buena nueva: seguimos siendo los más grandes. Messi nos ilumina, jamás ningún centro del campo gobernará igual el balón. Cuando eso llega (ocurrió el martes contra el Milan como había ocurrido antes contra Olympique, Stuttgart, Arsenal o Bayer Leverkusen) la euforia nos invade durante largos días.
En efecto, la vida vuelve a ser maravillosa, la Liga está atada y uno sabe del pánico que se ha desatado en los vestuarios del resto de aspirantes a la Liga de Campeones al ver que un susto y una humillación han despertado al Barça. El shock ha sito tal que hasta han recuperado ese arma de destrucción masiva llamada presión adelantada. Hasta aquí el masaje. Ya pueden volver a ponerse el albornoz, caballeros.
Permitan que hagamos algo de arqueología en las palabras que se han filtrado en los últimos días desde ese misterio insondable llamado vestuario. Cronológicamente. Comenzó Alves: «Hemos perdido el hambre de querer comernos al rival. Esas ganas que antes teníamos, ahora no se notan, y eso se contagia. Las cosas buenas se contagian y las no tan buenas, también». Le siguió Iniesta: «Hemos salido de ésta pero hay que aprender algunas cosas». Y en seguida terció Mascherano: «Lo más importante es que hoy hemos vuelto a los orígenes». Un día después, remachó Busquets: «Hemos aprendido que si no estamos como tenemos que estar, sufriremos y nos puede ganar cualquier equipo».
¿Piensan ustedes que alguna de estas palabras iba dirigida a la afición, ahora que se ha puesto de moda insultarla y degradarla? No parece. ¿Acaso iban dirigidas a Tito y Roura? En absoluto. ¿A esa directiva adicta a la mentira? Pues tampoco. La duda queda ahí. Pero permítanme que excave otro poco y les cite otras dos frases surgidas de pesos pesados del vestuario en las últimas y dramáticas semanas: «Este es el mejor equipo en el que he jugado nunca, mejor que el de las Champions de Roma y Wembley». Y ésta otra: «Cada partido malo que hago retrocedo 10 buenos que he hecho».
Exigencia versus complaciencia, amigos. Muchos ganadores en ese vestuario saben que el modo en que se salde esa tensión decidirá más eliminatorias que un gol mal anulado o un penalti al larguero. Es lógico: esto último sucede en un milisegundo; la sorda y ancestral pugna entre currantes y vividores se alarga durante todas las horas de todos los días de cada semana.
8 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login