«La diferencia entre escribir bien y el arte verdadero es sutil, pero brutal».
Truman Capote, Música para camaleones
Así es, tenemos a La Bestia Parda en su mejor momento y listo para encadenar milagros asombrosos jornada tras jornada, pero nuestra delantera ha perdido la contundencia que tuvo. Venimos de muy arriba y sabemos distinguir lo de este año del arte verdadero. Por juego y por rendimiento. La temporada ha constatado que Leo está demasiado solo, que han faltado especialistas en las bandas, y que es imprescindible que el segundo y tercer delantero se sitúen por encima de los 20 goles para aspirar a algo grande. Que Iniesta haya sido el mejor extremo del equipo habla muy mal de Zubi; que hayamos llegado a conformarnos con la decena de goles de Alexis o Pedro y la quincena de Villa es aún peor. Por todo ello, sorprende que haya quien se empeña en creer que a Messi le molestará la llegada de Neymar. Grave error, amigos. Leo quiere ganar. Y con lo que le acompaña arriba desde hace dos años no basta.
Pedro. 4. Mediocre. Otra campaña para el olvido. Acaba el año con los mismos goles con la Camacha que con el Barça, dato antológico. Los diez que ha logrado de azulgrana, sumados a sus 10 asistencias, vuelven a dejarle a años luz del futbolista que enloqueció en la 2009-2010 y 2010-2011. Superado aquel bienio, su realidad resulta decepcionante. A Pedro siempre le perdonaremos todo por lo que nos ha dado, pero sin voluntad de destrozar al rival es un futbolista prescindible, al que no vale la pena retener si hay ofertas decentes.
Alexis. 4’5. Depresivo. Una crisis de confianza es el peor enemigo de un delantero, y la suya de este año ha sido morrocotuda. Afortunadamente, en algún momento sacó un momento de genio, de orgullo, y se definió como un «jugadorazo». Aquel día volvió el futbolista que rompe con furia, marca y asiste, y su final de campaña ha sido notable. Aunque aquí seamos incondicionales y queramos verle otro año más, no podemos indignarnos cuando oímos que el club mercadea con él. Sus 11 goles y 13 asistencias no son números para alguien a quien fichamos a precio de astro.
Messi. 10. Milagroso. Tiene mérito que después de tanto nos siga emocionando. Su aparición ante el PSG, levantando a un estadio acongojado, es inolvidable. Lo mismo puede decirse de su partido ante el Milan, con esta obra de arte, y de esa racha que nunca jamás le veremos a otro que no sea él de 19 partidos consecutivos anotando en Liga. Su rendimiento lleva tiempo fuera de la dimensión de la lógica y este año, pese a la lesión, se ha plantado en 60 goles. La soledad que ha sufrido en ataque se ha traducido no sólo en estrés y lesiones; también se refleja en las asistencias que ha dado: por primera vez desde que juega por el centro baja de los 20 pases de gol, con 15.
Villa. 5. Anciano. Qué difícil hablar mal de un profesional del gol como él, que vino a ganar la Champions y lo logró. Deja atrás un puñado de acciones decisivas contra La Banda y la rosquita de Van der Saar, pero también el bochorno casi permanente de estos dos últimos años, cuando se ha visto superado en el sprint por centrales toscos, abuelas voluntariosas, cefalópodos desorientados y cojos de todo pelaje. A pesar de todo, ha tirado de orgullo para acabar sumando 16 golitos. Su espectacular buga con asientos de cuero blanco lleva semanas en venta, señal de que nuestro Hombre Moreno se va lejos de aquí. Pero ya siempre estará en el póster del equipo que masacró a La Banda por 5-0 e hizo lo propio con el United en una final de la Champions.
Tello. 7. Fresco. Qué maravilla tener a alguien que encara y vuela, que lo hace fácil, que chuta con saña. A días nos recuerda al postrero Henry, aunque es cierto que sus ausencias nos hacen sospechar de su empeño en los entrenamientos. Acaba el año con más goles (8) que Xavi y más asistencias (7) que Thiago. El futuro del Barça también es suyo, porque siempre es bueno tener a un jugador que hace temblar a los laterales cuando oyen su nombre.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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