Anda el barcelonismo escandalizado por el regalito que el Tóner Club Barcelona le ha hecho al Atleti. A saber: ese simpático equipoha fichado a Villa al módico precio de 2,1 millones. La cosa tiene guasa porque los rojiblancos acababan de vender a su nueve por 60 kilos, con lo que uno concluye que un Falcao valía lo que un vestuario superpoblado con 30 delanteros campeones del mundo, pelopinchos, de difícil sonreír y oxidado sprint.
El club, además, admite que Tottenham y Fiorentina pagaban más, pero que han querido ponérselo fácil al siete. Estupendo, pero eso habría que hacer con todos nuestros símbolos, no sólo con los que costaron 40 kilos y han estado en el tercer escalón salarial del equipo.
Pero echando la vista atrás, uno ve que lo ocurrido con Villa no es en absoluto novedoso en nuestro mercadeo con los delanteros. Observen qué dicen los números:
Pérdidas económicas que sirvieron para eliminar pesos muertos y malos bichos:
Lineker, traspasado al Tottenham con 28 años en verano de 1989 por 1,8 millones. Había costado 3,2.
Maxi López lo compramos por 6,5 y lo vendimos por 2 millones al FC Moscú cuando tenía 23 años.
Larsson se largó como vino, gratis, pero supuestamente se iba a su pueblo. El pirata estaba en el United al cabo de nada.
Eto’o: con 28 añitos le vendimos por 20 millones al Inter de Mourinho. Le habíamos fichado por 27.
Ibrahimovic: fichado por 69,5 millones y vendido con 29 años por 24 (más otros seis cobrados el año anterior como cesión).
Bojan: su caso se estudia en la City de Londres. Le vendimos por 12 kilos y lo hemos recuperado por 13 para volver a cederle gratis.
Éxitos financieros que nos llenaron de melancolía:
Luis Suárez: El mejor medio centro de la época se piró por 204.000 euros, récord entonces. Tenía 26 años y ganaría la Copa de Europa con el Inter.
Laudrup: Fichado por 3 millones y vendido a La Banda por 9 a los 30 años.
Romário: Fichado por 2,4 millones, vendido por 3,9 a los 28 años.
Stoichkov: Fichado por 3 millones, vendido por 5,4 millones a los 29 años.
Ronaldo: Comprado por 15 y vendido por 28 millones cuando tenía 20 añitos.
Judas: Comprado por 2,5 millones y vendido por 60 a sus 27 años.
Ronaldinho: Llegó por 32,5 millones y le vendimos por 25 millones al Milan cuando tenía 28 años. Aún lloramos por las noches.
Rivaldo: Fichado por 23,5 millones, se fue gratis al Milan con 30 tacos.
Ya ven que números y sentimientos chocan. El barcelonismo es libre de gemir y cubrirse el rostro de ceniza ante el adiós a precio de ganga de Villa, pero seamos sinceros: lo que de verdad nos importa del Guaje ya lo tenemos. Aquella parábola a Van der Sar, esos tres chicharros a Casillas, el año de chispa que le deja en el póster del mejor equipo que hemos conocido.
Cierto, no nos gusta que nos atraquen, pero además de las cifras conviene pensar en la amortización de cada jugador, en su encaje en el vestuario y su relación con la grada. En cualquier caso, en esta Caverna creemos en la máxima de Cruyff según la cual el dinero debe estar en el campo, no en el banco, y desconfiaremos siempre de los traspasos que nos llenan la caja, señal de que se nos ha ido un grande.
Dejémonos, pues, de sumas y restas. Unámonos en un exorcismo colectivo y expulsemos al CEO que habita en nosotros. Es fútbol, ya nos gustaba de niños, cuando los cromos lo explicaban todo: se trataba sólo de tener a los mejores con nosotros.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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