Nunca vistos

Los nunca vistos (XIV): Dani T.

4 julio , 2014

Qué mal le sienta la ropa al futbolista a Daniel. Con barriga y sin ella, siempre parece un niño recién crecido a quien nadie actualizó el vestuario. Algunos de sus outfits eran de carnaval de Cádiz, otros directamente le hermanaban con la comunidad yonki del chándal, las Shayber y la camiseta a retazos. Añadan sus andares pesados y esas inevitables legañas matinales: maldita la estampa.

Felizmente, las apariencias engañan: Dani T. resulta ser un jugador maravilloso. Tal vez es el momento de que ustedes sepan que el apellido de Dani no es ni Talavera, ni Tilló, ni Talamantes. Y no se equivocan si piesan que llamarse Talento debe marcar mucho.  

Al recordar su leyenda me veo en la obligación de hablarles de mí, sepan disculparme. A estas alturas habremos jugado unos 80 partidos juntos y cuesta recordar esa primera vez en que su cadera de negraza se puso a carburar. La suya era una aceleración potente, impropia de un tío de su volumen. Con una pierna derecha finísima y una zurda completamente inservible, vive de costado con la ilusión de salir por la izquierda y encadenar un regate tras otro y de vez en cuando sacar el latigazo. De entre todas sus artes, ninguna tan desarrollada como la croqueta. 

Qué croquetas las suyas. Le salen maternales: envuelve el balón, lo esconde con su corpachón, se lo mete en las entrañas y lo mece para de golpe salir por el lado contrario en un gesto torero y cargado de elegancia. Y una y otra vez. Y eso a pesar de dar demasiadas pistas de lo que se avecina. No importa: sus víctimas caen y vuelven a caer en el engaño de un tío al que veían demasiado grande para tomarles el pelo de esa forma. Su otra gran suerte es la finta de disparo. Qué bien cierra el ángulo, qué cintura loca y dislocada del cuerpo. 

Tiendo a pensar que los dribladores tenemos un rico imaginario personal. Permitan que les refiera cuatro cosas sobre el de Daniel. Es hijo de una madre enfermera y cantarina y de un camarero de los de siempre que le criaron en Mallorca. De ahí que reine en los karaokes y se maneje entre copazos. De ahí que nunca le abandona un cierto aire melancólico al que ayudan su mirada isleña y su melena rubia. (Se preguntarán: qué negra más rara, con su melena rubia. Puede ser. Tal vez algo no sea cierto).  De ahí también que con 11 años fundara un partido comunista y que se mueva por los pasillos del periodismo con cierta sabiduría derrotada y advirtiendo contra los horrores del halago, que debilita.

A Daniel le conocen ustedes de un arrebato de genio verbal que les contamos aquí. Sin embargo, ustedes no asistieron a su mejor estallido de genio futbolístico, con esa chilena contra El Enemigo, ustedes tampoco le han visto pedir el balón con los brazos en jarra, o rezagarse en una contra letal con los brazos en jarra, o celebrar un gol con los brazos en jarra. Qué gesto tan de negraza, su brazojarrinha. Otra de sus grandes virtudes como jugador es el insulto. Una vez le tiré un caño pisado y me dijo «hijo de puta». Un tiempo después no bajé a defender y me llamó «hijo de puta». Deberían probarlo. Es maravilloso cuando Dani le llama a uno «hijo de puta», con acento fuero en el hí y en la pú. 

Pero sin duda la principal virtud de Daniel en el campo y fuera de ella, el milagro que le hace una criatura única es su carcajada de trueno. La suya es una risa que podría salvarte la vida y que en los momentos de lucidez etílica te recuerda que tal vez hubo un millón de vidas que no viviste pero estás en el lugar adecuado. No les he contado, disculpen el olvido, que Talento se casa hoy con su Talentina. Y eso me hace pensar que una vez, tras un entusiasta y logrado rapto amatorio, salieron a la ventana de su casa a gritar «campeones, campeones». La verdad, resulta incómodo pero  también maravilloso pensar que hubo un día en que Daniel y yo y el resto de la tribu también campeonamos. 

7 Comentarios

You must be logged in to post a comment Login