Los nuestros

Centuriones (IV): Caballo loco

29 noviembre , 2014

Rafinha forma parte de cierta generación de tíos de La Masia de los que uno diría que vienen del Friburgo, el Stoke City o el Palmeiras. Hay algo en su juego que se escapa del libreto de la cantera, cierta tendencia al caos y una alegría vital impropia de la escuela de cerebritos del Barça. Así como uno ve a Xavi, Iniesta o Samper y concluye que entienden el fútbol en azulgrana, cuando uno se fija en los Rafinhas, Deulofeus o Adamas piensa que en los proyectores de La Masia American Pie sustituyó durante un tiempo a Siete novias para siete hermanos.

Pero la rebeldía de Rafinha no debería hacernos pensar en él como un jugador menor. Luis Enrique exigió su regreso para darle más músculo y sudor a una medular necesitada de pulmones. No hablamos aquí de un trotón, en absoluto, sino de un virguero de primer orden que hace muchas cosas y casi todas bien. Su problema no es de calidad, sino de ubicación: a pesar de su regate y cambio de ritmo, le falta instinto para ser extremo. De volante, donde más oportunidades tendrá, tiene carencias tácticas y demasiada querencia por las conducciones largas. Y de falso nueve, donde nos hizo soñar en las categorías inferiores (no olviden esa final juvenil entre Barça y Madrid que se vendió como un choque entre Deulofeu y Jesé donde fue Rafinha quien dio un recital), parece imposible verle en el equipo de Messi, Neymar y Luis Suárez. De hecho, hay algo en su polivalencia que remite a Amor, con el problema de que aquel Barça de Cruyff jugaba con cuatro centrocampistas y éste, con tres.

De Rafinha cuentan que su joie de vivre es la de los brasileños de siempre y que no alcanza a Thiago en dedicación y sacrificio. De hecho, las constantes lesiones musculares que padece no hablan bien de él y algo en su intermitencia nos remite a su cabeza y al diván. Lo suyo, en efecto, es jodido. ¿Imaginan ustedes compartir profesión con su padre, campeón del mundo de selecciones, y con su hermano mayor, bicampeón del mundo de clubes? Desde luego, no será en este foro donde le critiquemos a Rafinha su condición de caballo loco. Sus acciones combinan el sudor del padre con las pisaditas de su hermano y en el jugador número doce del equipo tal vez viva un fuera de serie. Pero tampoco debería extrañarnos de que a Rafinha le pesaran los ancestros y se pegara ciertos mamporros.

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