FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
La resaca del Clásico nos dejó lo que nos dejó. Permítanme: definitivamente nuestro centro del campo se ha convertido en una medianía alejada del magisterio de años recientes. La baja de Busquets y el absentismo de Iniesta han convertido esa zona del campo en un misterio y un páramo. Hacía mucho que no envidiábamos a dos centrocampistas de un rival como envidiamos a Modric y Kroos. Cierto que ellos llegaban más necesitados y tensos (hecho visible desde el túnel de vestuarios, donde los de aulgrana lucían una sonrisa que en el otro bando sólo se le veía a Casillas) y que tuvieron descanso toda la semana.
En segundo lugar hay que admitir que la bofetada en nuestro orgullo de equipo mandón y tocador ha sido importante. Siempre nos han sonrojado los goles a balón parado y los de contragolpe, no estamos acostumbrados a ver a los nuestros perseguir balones ni acumularse cerca de nuestra área. Eso nos hace sentir frágiles y ahora mismo ya no deseamos, como hacíamos unos días atrás cruzarnos con La Banda en Champions. No, mucho mejor que los atienda el alegre Atlético de Madrid.
Pero luego está lo positivo: en una semana en que dos empates eran óptimos resultados, arrancamos dos victorias. Quedan 30 puntos en juego y La Banda tendrá que remontarnos cuatro. Qué me dicen del placer infinito del cabezazo de Mathieu, el señor mayor que no sabía reír, en los mismos morros de Ramos. Qué me dicen del fap-fap-fap de meter un gol a la contra (pase, control, chut y búscala) en la cara de Pepe. Dios santo, Luisito, en este rincón nos hemos aficionado al porno duro.
Pero hay dos asuntos principales que van más allá de las jugadas puntuales, de los paradones de Bravo, del recuperado Piqué. El planeta entero vio cómo a partir del minuto 65 a La Banda, la vigorosa Banda, se quedaba bruscamente sin gasolina, mientras nosotros, los cerebritos de antaño, manteníamos un ritmo que acabó por darnos 25 minutos finales de desenfreno sobre Casillas. Y segundo, amigos, el Barça demostró en la noche del domingo que sabe sobrevivir, que tiene un gen competitivo y una capacidad para reptar por el fango que todos los equipos del mundo, todos, necesitan para ganar. Ya lo ven, Luis Enrique puede ser un completo cabestro con la pizarra, pero algo aprendió en sus maratones por el desierto que ha transmitido a su equipo. Ocurre, además, que tiene a un montón de tíos sin títulos y a otro que lleva años sabiéndose lejos de la cima. Amigos, canten, salten, beban y regodéense. Nosotros, los imperfectos, hemos sometido a La Banda. Y lo hemos hecho porque somos unos supervivientes. Y así es la vida: unos tienen patadas en Valdebebas, para los otros sobrará el mamut.
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