Los nuestros

Centuriones (III): El hambre

19 octubre , 2014

Enjaular a un depredador puede ser peligroso. Enjaular al hambre resulta imposible, además de un contrasentido y una insensatez. Enjaular a Luis Suárez, Dios santo. Esta semana ha dicho que está entrenando como un «poseso» y se nos nubla la cabeza mientras el riego sanguíneo acude a otras regiones. Ustedes ya sabrán a estas alturas que el nueve del Barça es de nacionalidad uruguaya, ¡uruguaya!, y que en este foro respetamos inmensamente a los futbolistas de ese recóndito lugar, donde cada pelota vale una tibia, un peroné, un fémur, una cadera y por qué no un mordisco.

Efectivamente, Luis Suárez, con ese nombre inequívocamente azulgrana, ha mordido hasta en tres ocasiones a rivales empleando para ese fin su vistosa dentadura. Aquí, ya saben, nos preocupan más bien poco dichos accesos. Porque a pesar del buenismo campante -y de las sanciones aplicadas con toda justicia- esas demostraciones caníbales no hacen sino definir en positivo a este fuera de serie. Lo que hace sobre el campo bien lo saben ustedes: el Barça recupera con él al nueve puro que tuvo en Eto’o. Rápido, fuerte, oportunista, técnico. Un goleador en serie, no tan eléctrico como el camerunés ni fantasioso como Ibrahimovic, pero seguramente más completo que ambos: el camerunés le faltaba talento lejos del área y al sueco jamás tuvo ritmo para lanzar desmarques al espacio. Suárez ha demostrado en el pasado que puede caer a la banda, que asiste, que entiende el juego colectivo y que no le frenan los autobuses. 

De Suárez, como del hambre, se pueden contar unas cuantas cosas poco glamurosas. Por ejemplo, que es un bloque de acero y como tal va bien al choque: en el memorable encuentro contra Inglaterra en el Mundial, protagonizó una jugada a mayor gloria de los paladares  freaks en que le disputó un balón aéreo a Gerrard -que le saca dos centímetros y dos kilos de peso-. Como habrán adivinado, se llevó el balón y mandó al capitán inglés a sandiós. De Suárez, raquítico palmarés, también podemos decir que  no ha empatado con nadie y que, por tanto ese hambre y esa bestia que tiene dentro llegan en un perfecto estado de desesperación. 

Suárez, heredero de Eto’o, celebra los goles de los compañeros a la uruguaya, como si fueran propios, y destaca en el verdadero arte del ariete puro. Por eso entendemos que Suárez no sólo anota tantos maravillosos. No. Suárez, por eso le necesitamos, anota también auténticos horrores, y nada como el feísmo distingue al verdadero y casi olvidado delantero centro. 

En cualquier cosa, olviden todo cuanto han leído y retengan un sólo punto: Suárez podría ser un perfecto paquete, pero sólo por su ambición sería imprescindible en cualquier equipo. Ocurre, sin embargo, que este nueve tiene el talento a la altura de ese hambre de siglos que arrastra. Amigos, dénse las manos y estremézcanse: llegó la hora de abrir la jaula.

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