FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Sí, amigos, ahora hace un mes que nos asomamos al abismo de la felicidad con esa quinta Champions que mecerá nuestros días hasta que estiremos la pata y más allá. Un mes ha hecho falta para redistribuir el riego sanguíneo y comenzaremos este 1×1 por la defensa de un equipo parido para mirar arriba. Cualquier homenaje será poco. Urge rescatar la sentencia de Valdano, «los delanteros ganan partidos; los defensas, campeonatos». Hagamos memoria y recordemos los épicos ejercicios de supervivencia de Mestalla, de la visita de La Banda o del bombardeo del Bayern en Munich para valorar en su justa medida a una zaga que sólo hace un año era un completo fraude y que además perdió el pasado verano a su mejor hombre, Valdés. Pero prácticamente con la misma gente, la defensa pasó de encajar 49 goles a encajar sólo 39 (y jugando un partido más). ¿Qué cambió, pues? La actitud, amigos. La capacidad de ponerse ante el enemigo y gritarle al Evangelio Segundo según Gandalf.
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Vamos, pues, con los héroes de la Liga, la Copa y la Champions de 2015. Y atiendan, olviden a la UEFA y al Calvo de los Cojones: como partícipes de la sagrada química del vestuario, todos ellos lo han ganado todo.
Bravo. 9,5. Serio. Imaginen tener 32 años y haber cosechado a lo largo de su vida la friolera de un título -una Liga chilena-. Imaginen que en ésas se ven al frente de la estampida azulgrana que nos llevó a la 23ª Liga, la 27ª Copa y la Quinta Champions. Imaginen el momento de celebrar, la ciudad que sueñan todos los futbolistas se echa a la calle para gritarlo: es el día más grande de su gris vida profesional. Y mientras las borracheras indisimuladas se suceden a tu alrededor, coges y decides que no, que te vas a Chile a ganar la Copa América, y renuncias así a la cabalgata de los héroes. Todo eso, es Bravo: reflejos impactantes, la cagada de Sevilla y el ejercicio descomunal de parar el penalti clave en la jornada siguiente ante el Valencia. Pero sobre todo es alguien a quien le confiaríamos a nuestros hijos. Hablamos del legítimo heredero de Víctor Valdés, de todo un portero titular de un Barça histórico, de un señor que ya estará rumiando los triunfos de la próxima temporada.
Ter Stegen. 9. ¡Rubia! Las condiciones de nuestro Ivan Drago suscitan unanimidad a quienes le ven entrenar: porterazo para una década. Con 23 años ya es el portero más joven de la historia del Barça en levantar una Champions y se sube a un podio donde sólo estaban Zubi y Valdés. Su temporada, de sólo una veintena de partidos, ha sido brutal. Culmina un año que recordaremos por la sensación de seguridad y de tener a un leopardo bajo palos en las competiciones a vida o muerte. Deja, además, el penalti parado a Agüero, aunque también, es cierto, ese despeje fallido en la final de Berlín que casi nos infarta el corazón. El reto que tiene ante sí este chaval es ahora el de llenar su vida de experiencias que merezcan la pena después de haber visitado el paraíso a s tierna edad. El gran marrón, aun así, es para Unzué, que difícilmente tendrá la suerte, como ocurrió el pasado verano, de que Ter Stegen se lesione.
Masip. S/C. Fa per casa. Nos llegó no hace mucho la escena de una pubilla de Les Corts que en los últimos compases del siglo pasado se disponía a presentarles a sus padres a su nuevo novio. Y decidió soltar la bomba: «Juga al Barça. Al primer equip«. Ding-dong, suena el timbre, y ahí está la cándida criatura con su novio, un señor que respondía al nombre de Okunowo. Menudo mazazo, oigan. ¿Qué es lo que habrían preferido los padres de la criatura? A alguien que se pareciera a Masip, con esa cara de buen chaval, hecho a la suplencia, trabajador, padrazo en potencia, persona de recogerse pronto. Amigos, todo el respeto para los pobres tíos que se levantan por la mañana y van a entrenarse sabiendo que jamás jugarán porque son peores que los que tienen por encima. Un respeto también para los que, con ese escenario, opten por ver mundo.
Alves. 9,5. Puto amo. El mejor lateral que jamás pisó el Camp Nou ha logrado su tercera Champions y, lo que es más importante, ha vuelto a desenmascarar a los tribulerdos que preferirían a cualquier cojo con tal que se llamara Puigdabadal, no fuera tatuado y vistiera siempre de primera comunión. Cierra el año sin goles pero con diez asistencia, incluyendo la que abrió el paso a la final más deseada. Alves es voraz y ganador; en enero, al oler los títulos, aguzó su competitividad y culminó un final de temporada intachable, con una seriedad propia del veterano que ya es. A principios de temporada concedió una entrevista a La Vanguardia en la que se sacó el pene e hizo poesía social: «El fútbol no tiene memoria / y el periodismo no tiene memoria, / pero si echas la vista atrás entonces se ve / que soy el mayor asistente de Messi en el Barcelona. / Eso es historia. / En el gol 400 de Messi, el centro fue mío. / En el primer Mundial de clubs del Barça, / el gol decisivo de Leo vino tras un centro mío. / Cuando nos retiremos se dirá, / ¿quién ha sido el más grande del fútbol? / Messi. / ¿Y quién le daba los pases? / Dani. / Ahí estará mi nombre, le joderá a más de uno, pero ahí estará. / Por ejemplo, en Brasil, / no me echo flores pero me echo flores, / después de Pelé soy el brasileño que más títulos tiene». Eso puto héroe es Alves, que está a solo tres títulos a nivel de clubes de alcanzar al Dios del fútbol brasileño y se ha ganado a pulso la posibilidad de romper ese récord luciendo de azulgrana. Además, esta figura inamovible de la mejor generación azulgrana que hemos conocido se permitió el gustazo de llamar de todo a la actual directiva nuñista y de ser renovado a continuación a petición de Luis Enrique y La Bestia Parda.
Montoya. 4. Rima con claraboya. Y con chirimoya, boya, cholla, joya, secoya, tramoya, farfolla, ampolla, argolla, bolla, cebolla, cogolla, colla, criolla, embrolla, folla, molla, empolla, enrolla y con la mismísima Troya. Rima con todo eso y, curiosamente, también rima con tocarse uno la polla.
Douglas. S/C. Jimmy Jump. Ustedes habrán soñado en sus noches de más euforia con jugar un día en el Camp Nou. Con sus limitaciones, claro que sí: con sus problemas de coordinación, con escasa capacidad de esfuerzo, con este calor qué cojones voy a correr, con ese chut que parece que calce zuecos, con los conocimientos tácticos de un niño de tres años y sí, también con esa panza suya. Pero es así: a la que se toman nueve cubatas y están con los amigotes se dicen que sí, que podrían estar en el vestuario del Camp Nou junto a Messi. ¿Y saben qué? Que tenían razón, porque llegó Douglas y todos lo hicimos con él. Dios sabe cómo nos alegramos de haberlo vivido con un cubata en el sofá y no avergonzados en cada entreno y a cada una de sus tragicómicas apariciones. Esto nos enseñó Douglas y no es poco, y por eso le perdonamos todo. Al fin y al cabo, el tío es más impresentable e inoportuno que Jimmy Jump, pero ya saben: sale en el póster y fue de los nuestros. Debemos hacer una última confesión sobre Douglas: por algún extraño fenómeno nos recordaba a los lemures de Madagascar. Gracias por tanto, pues, y larga vida en el Sestao.
Piqué. 9,5. Piqué. Les gustará saber que Koeman ganó una Copa de Europa y 23 años después sigue en nuestro corazón. ¿Qué rincón merecerá Piqué, el legendario central que levantó tres Champions? Merece de entrada que le perdonemos su infame huelga de piernas caídas entre 2012 y 2014. Merece que le perdonemos su tóxica amistad con Sex. Merece que en el futuro a los centrales que aparezcan por esta casa se les mida en comparación a él: los muy, muy buenos serán medio Piqué. Los que tengan mucha suerte y ganen una Champions serán un tercio de Piqué. El resurrecto Piquembauer acaba el año como sexto goleador del equipo y de regreso al trono que señala al mejor central del mundo. Cuando un día combatamos desde este ajugero al nuñismo 4.0, que con toda probabilidad encarnará él, convendría que recordáramos que estamos ante un ganador y una leyenda viva del fútbol. No será Rexach, que ganó una Liga, sino Piqué, el vividor de Piqué de las tres Champions. Y el asunto da miedo pero, hasta entonces, gloria en vida al Shakiro.
Bartra. 5. Penalty. Seamos justos: no es el primer futbolista veinteañero a quien me le hacen un bombo y que pasa el resto de sus días convertido en una estrella del Instagram a mayor gloria de Vanitatis. Desgraciadamente su año ha sido intrascendente; no se le recuerda ninguna gran cagada y cierra la temporada, flípenlo mucho, con tres asistencias de gol. Ahora que ha decidido quedarse nos queda la duda de si, después de la contundente dosis de banquillo que se ha llevado, está más cerca o más lejos del crack que algunos ven en él.
Mascherano. 8’5. Huevos de plomo. Si Puyol, con sus limitaciones, fue clave en tantos éxitos, qué decir de Mascherano. Pilar fundamental del delicado equilibrio psicosocial de Messi, ha culminado una temporada intachable, con pocas cagadas trascendentes, aunque haya resultado culpable de más de siete goles encajados. Su velocidad en el corte ha bastado para hacer de él un futbolista imprescindible y su concentración y actitud suponen un auténtico manual de cómo debe manejarse un profesional. Le recordaremos, en negativo, el bailecito de Lewandowski y sus primeros minutos nefastos en Berlín. En positivo, que aguantó y aguantó y aguantó en los peores momentos del año sin más recursos que la argentinidad de sus plúmbeos atributos.
Mathieu. 8,5. Imprescindible. El hombre no habla nunca y cuando lo hizo fue para cagarla. Pero debería quedar en la historia de este equipazo que sin él, nada de nada. Su silenciosa presencia y el nada desdeñable hech0 de que hablamos del futbolista más rápido de la plantilla en carrera larga fueron claves para despertar a Piqué. A eso hay que añadirle su golazo a La Banda superando a Ramos y su vuelo sin motor en Vigo, dos proezas que valieron una Liga. Y permítanme: es pelirrojo y fuma mucho y le fotografían en las gasolineras a traición. Difícil quererle más.
Vermaelen. S/C. Erasmus. Hay coincidencia en el mundillo de los agentes en que le ficharon a él porque era la mejor forma de simular que la venta de Alexis se hizo por 40 kilos, y no por 30, en un tejemanje donde por supuesto estaba el Arsenal. Y va y aparece gravemente lesionado: joder, cuesta imaginar un mejor inicio para un Erasmus en Barcelona con millonaria ficha, gastos pagados y primas a la vuelta de la esquina. Vermaelen es el éxito de todos los estudiantes ociosos y juerguistas que ven mundo: cada vez que un guiri se toma un chupito directamente del torso de una rubiaza, gana Vermaelen. Cuando unos demócratas roban una llama en Burdeos y la pasean con la borrachera de fiesta, gana Vermaelen. Cuando dos grandes de la copla roban un bus turístico, lo pasean, lo empotran y desaparecen, gana Vermaelen. Cuando un pájaro llama a Bélgica y les dice que ha jugado contra unos niños malayos y que ha marcado un golito, gana Vermaelen. A los que fuimos Erasmus no nos queda sino genuflexionarnos ante el más grande de entre los nuestros.
Jordi Alba. 9. Alley-oop. Nuestro defensa de L’Hospitalet ya está en la historia del fútbol. Por sus títulos, tal vez, pero sobre todo por el hecho de haber patentado una jugada, el alley-oop, en la que comparte protagonismo con el mejor de siempre. Verle romper por la espalda del lateral -o mejor, del extremo- cuando Messi baja la cabeza es tener la certeza de que aquello será gol. Vean esta maravilla, y no se pierdan los abrazos: eso es Alba. Nadie puede frenar esta jugada y posiblemente el hombre ha aprendido que cuando se cuida, está más rápido y desaparecen las lesiones. Acaba el año con dos goles, cuatro asistencias y siendo, en nuestra opinión, el mejor en la celebración del Camp Nou, con su cántico a voz en grito que ya entonaba de niño. Amigos, comprendan que estamos ante un superdotado. Y a quien no le gusten los quillos, que tire para el All England Club a morirse de asco y a empacharse de té con cookies.
Adriano. 6. Tofu. Sí oigan. El tofu es sano, sanísimo, tiene un fuerte arraigo oriental y sin duda alarga la vida, respeta el medio ambiente y facilita las movidas tántricas. Pero perdonen ustedes, el tofu no sabe a nada. Eso mismo nos ha pasado con el Adriano de esta temporada. Si hubiera jugado en el Llagostera en lugar de en el Barça no habríamos notado su ausencia. Se le ha visto despendolarse en los selfies prejuerga de Neymar y los brasileños y su bajón respecto al pasado año nos recuerda lo dificilísimo que es ser suplente (pasa de cuatro goles y cinco asistencias a dos y dos). Con Aleix Vidal atado y la presencia de Mathieu, quizás es el momento de mandarlo a otros planetas. Aquí, no tema, le recordaremos como al tío cumplidor que ganó las mismas Champions que Cristiano.
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