Los nuestros

Las notas (II): 680 metros cuadrados por barba

30 julio , 2015

Ningún equipo gana nada sin un centro del campo superior a los rivales. Ningún título se gana sin tener más piernas, inspiración y sabiduría que el contrario en la zona ancha. Y en el Año del Segundo Triplete, convendría recordar qué hicieron por nosotros tres tíos, tres solamente, que llenaron el campo, frenaron al rival, descargaron las piernas de nuestras bestias y les dieron el balón en condiciones para que practicaran el medievo con los rivales.

A los que hayan conocido entre ustedes las contusionadas soledades del fútbol grande, les lanzo una reflexión: el Camp Nou mide 105 x 68; la medular bien puede ocupar una parcela de 30 x 68, lo que equivale a 2.040 metros cuadrados de espacio. Tres tíos, amigos: los tres serían estrellas absolutas de cualquier equipo y los tres tienen un palmarés por el que Gerrard o Totti matarían. Aun así, prefieren hacer grande al Barça barriendo 680 metros cuadrados de terreno cada uno de ellos. 680 metros y rápido, presionando, sin la pausa de otros tiempos y buscando al tridente de arriba. Gloria también a nuestros centrocampistas, que nos mostraron lo que es la premura.

Busquets. 9. Capitán. Sí, amigos, ya conocen a Busquets. En toda la temporada ha marcado un golito y, sin embargo, le queremos. No es de extrañar: el planeta fútbol le señala como la referencia mundial en el puesto. A sus 27 años lo ha ganado todo y suma bastantes más títulos (19 de azulgrana, dos con la Camacha) que goles (13). Lo ha logrado con su estilo desgarbado, con esa zancada de flamenco y esa perfección táctica para estar siempre donde le corresponde. Busquets, amigos, ya será este año uno de los capitanes, pero desde hace tiempo actúa como tal. Sigue tranquilo. Normal: lleva cuatro títulos más que CR Ceja, y el mundo es un lugar mejor.

Sergi Roberto. 4. Macualay. Uno tiende a pensar que si Guardiola le bautizó y Luis Enrique le enaltece, algo tendrá la criatura. Pero miren, han pasado ya cuatro años desde que Pep le utilizó para hacerle un calvo al Bernabéu y seguimos esperando que algo ocurra. Cerró la temporada con dos golitos y una asistencia y demostrando ser un buen suplente, pero su intrascendencia ha sido absoluta. A sus 23 años, el chaval tiene tiempo, le van a dar bola de lateral y parece que tiene un público entregado en las adolescentes. Pero nosotros en su lugar no cantaríamos vitoria: nunca se sabe cómo puede acabar un Macualay.

Rakitic. 9. Meara. Ningún equipo campeón debería construirse sin un balcánico, un uruguayo y un argentino tuercebotas en sus filas. Rakitic, ya lo vieron, no juega: se bate. Nuestro cuatro es un titán al servicio del equipo capaz de anotar golazos, morder el área, asistir en el mejor momento de la temporada y regalarnos caviar. Pero él no vino para eso: vino a morder y a ganar. A marcar en una final. A reírse en la cara de Toni Kroos y a descojonarse de una farsa llamada Sex.

Xavi. 6. Ídolo. Hay que ser muy ídolo para que éste sea tu último gol en azulgrana, para despedirte lavantando una, dos y tres copas, para tener un adiós tan redondo. Luis Enrique le pidió en verano que no tocara los cojones, y excepto esa incomprensible titularidad en el Cuernabéu, no lo hizo. Asumió su papel, hizo de capitán cuando correspondió en enero y levantó sus títulos. Queda sólo reprocharle que desperdiciara esta asistencia mágica. Cuando les hablen de Beckenbauer, muéstrense respetuosos, asientan, digan que fue un grande y añadan que Xavi levantó más Champions. Y esperen, porque algún día le tendremos de vuelta enchandalado y con esa cara de despiste de los que lo entienden todo del fútbol.

Iniesta. 8. Generoso. Al Ángel Exterminador hay que reprocharle una sola cosa este año: que haya aguantado la matraca de Isco todo el año sin aprovechar la entrega del MVP en la final de la Champions para mandar un fuerte abrazo a La Banda y sus altavoces. Sus números han quedado muy lejos de las temporadas en que tenía continuidad (tres goles, siete asistencias) pero al son de su segunda paternidad completó un gran final de temporada, mostrando una ascendencia sobre el juego que sólo tienen los verdaderamente grandes. A sus números no ha ayudado el hecho de que haya tenido que cerrar los huecos de Neymar y cubrir los despliegues de Alba. Se le llama generosidad. Se le llama capitán del primer equipo del Barça, cuatro Champions, dos asistencias (y media) en finales europeas. Se llama Iniesta y por siempre jamás le perdonaremos que la melancolía lastre su genio.

Rafinha. 6. Caótico. Su fútbol nos recuerda a esos fines de semana en que los padres se piraban y la primera decisión que tomaban los hermanos era colgar unos calzoncillos de la lámpara del comedor. En efecto, Rafinha es un jugadorazo que se divierte mucho pero no acaba de entender el fútbol. Su año ha sido irregular, con dos goles, cuatro asistencias, y demasiadas lesiones para un tío de su edad. El mayor reproche que se le puede hacer es que cuando mejor estuvo, peor jugó el equipo. Eso, en un centrocampista, es grave. Convendría que Busquets le encerrara en un piso franco de Ciutat Badia y le explicara algo sobre cómo colocarse sobre el campo. Dicho eso, viva Rafinha, viva Brasil y viva su alegría. Fue en cierta celebración de gol, en que él estaba en el banquillo, cuando supimos que algo grande se estaba forjando.

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