Éxitos

Polvo loco

12 agosto , 2015

Ella era grasa por todas partes y además no muy limpia.

Así arrancaba Bukowsky la crónica que escribió, allá por 1967, de la Supercopa de Europa de 2015. El poeta californiano explicaba con su habitual ternura el romance mantenido con una dama entrada en carnes. Sí, amigos: se refería, sin duda, al Sevilla de Emery, el terrible, pesadísimo e insufrible Sevilla de Emery, tal vez el único equipo del planeta que, arrollado por otra explosión de fútbol de Messi, no comprende que ha perdido.

Ya vieron el inicio: el golazo de Banega -que sólo juega al nivel crack mundial en los cuatro partidos anuales en que se enfrenta al Barça- dio paso a la exhibición de La Bestia Parda. Dos chicharros de falta en cinco minutos, cambios de ritmo, asistencias, regates. Una orgía en toda regla. La masacre, cruel por momentos, nos puso 4-1 en el marcador. Fue entonces cuando Bukowsky, poco dado a los finales plácidos, con Mascherano y Mathieu y Bartra en la cabeza, tuvo a bien gritarle al rival.

-alza esas grandes piernas gigantescas como pinos que tienes… ¡demonios, no puedo ENCONTRARTE!

Y acto seguido, apareció el Sevilla. Las dos bandas, dos coladeros. Bartra, grotesco. Mathieu olvidando que su posición es la de lateral. Mascherano ejerciendo de Mascherano. Y el campeón de Europa, roto. Los goles empezaron a caer y Emery, ese demonio sudoroso que no engaña a nadie con su traje, comenzó a entonar su balada.

entonces ella empezó realmente a saltar y a moverse. yo estaba allí arriba colgado intentando localizar el ritmo (…) estuvo varias veces a punto de tirarme de la cama al suelo.

Llega la prórroga y el toma y daca es terrorífico, la muerte planea las dos áreas, el equipo está roto, las piernas pesadas, la banda izquierda la forman Mathieu y Sergi Roberto, Bartra persigue balones absurdos en el campo rival como un perro una pelota de tenis. El Barça, a quien le han remontado tres goles, casi ha agotado su reserva emocional: en algún lugar, un eco le dice que merece perder a mayor gloria de Antena 3. Pero éste no es un campeón de cristal: está formado de animales competitivos que, en el vértigo, redoblan la apuesta y no regalan un palmo.

lo que hice fue enganchame a un lado del colchón como una chinche hambrienta, y luego echarme otra vez encima y aposentarme en el centro de aquellos ciento veinte kilos, y hundirme de nuevo en el centro del «oh, jejejejeje, oh, jejejejeje», y cabalgar allí colgado, encima, sin saber si jodiendo o jodido.

Sin fondo y sin Neymar, el Barça recurre a su última baza. Es Pedro. Corretea arriba y abajo, por la derecha y por la izquierda, lo intenta desde lejos, se multiplica. La resistencia del Barça a perder es el esprint múltiple y descerebrado de su dorsal siete, que ya tiene la cabeza en otro club. Y la balanza milímetro a milímitro, se inclina del otro lado.

la agoté, entré en el ritmo, lo localicé, le di, le di como es debido unas cuantas veces y por último, como una cámara de resistencia que no quiere ceder, cedió, se entregó, la enganché.

El partido se resuelve en otra proeza de Messi: cuando todo el Barça le protesta al escocés el enésimo penalty que no verá, La Bestia engancha un disparo venenoso que Beto desvía para que Pedro redondee el cuento de hadas que fue su silencioso paso por nuestra vida. En el 115, otra vez: los dioses del Olimpo aplauden su propia ironía. Nuestro Pedrito dice adiós y ya está en la galería de los grandes. A Bartra y Mathieu les sobrará tiempo para estropearlo, pero al rival le falta suerte.

Pedro, en el que por los siglos de los siglos será su título, nos ha dejado como herencia la mejor Supercopa de siempre. En su última noche, nos entrega un hermoso cuerpo vencido de 120 kilos.

Epílogo: y cuando despertamos por la mañana, descubrí que la cama estaba en el suelo. habíamos roto las cuatro patas en nuestro polvo loco.

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