Copa del rey

The biggest, the beast

23 mayo , 2016

Pagaríamos dineros largos por poder compartir con ustedes la salida al césped de los dos equipos. Una veintena de guerrilleros salieron reconcentrados, de la mano de un niño, aunque en modo marcial. Los supersticiosos hicieron sus raras series de saltitos al entrar al campo (dos con la derecha, uno arriba; izquierda, izquierda, derecha, santiguarse, degollar un gallo, etc.) El Barça salía por la derecha de la Copa, el Sevilla por la derecha: una coreografía perfecta, hasta que salió Messi: La Bestia Parda se equivocó y entra al césped, relajado, de paseo, por el lado del visitante, con una niña maravillada cogida de su mano.

La final se había acabado antes de que pite el árbitro, pero al no saberlo, disfrutamos de un espectáculo enorme.

Cómo cuesta ganar. Ésa es la gran conclusión para una afición que se ha acostumbrado a una dieta de Tyrannosaurus Rex. El Sevilla, agresivo y malintencionado como siempre, convirtió el partido en una guerra de guerrillas con ocasiones en ambas áreas y fútbol poco fluido. La cosa, digámoslo, se inclinaba del lado del campeón de la galaxia de clubes hasta que Mascherano fue justísimamente expulsado. Entonces comenzó el suplicio.

La inferioridad nos permitió ver a Messi corretear en la banda derecha en defensa, a Iniesta comerse al árbitro, a los jugadores del Barça exhibir un compromiso de play-off de descenso a Tercera. Disputar 56 minutos con un tío menos hizo que vislumbrarámos una vez más el alma de titanio de unos jugadores que no conciben la derrota. El compromiso conmovedor de este equipo es sideral no se explica por las cuentas corrientes de los futbolistas. [Mensaje para la señora de Mascherano: su marido no le hablará en tres meses. La expulsión fue justa y lo sabe y el partido se ganó y lo sabe, pero no importa. No le hablará ni de puta coña en tres meses]. Ni siquiera la lesión de Suárez hundió al equipo. Un uruguayo llorando siempre es una gran noticia, y eso y la expulsión de Banega despejaron el cielo justo a tiempo para la prórroga.

Es en la prórroga cuando la niña que salió al campo de la mano de Messi comprende que el error de la coreografía no es tal y que la acompañó un marciano. Es entonces cuando adivina lo que va a ocurrir. El prestidigitador verá dos agujeros donde nadie ve nada y decidirá una final heroica, ganada a cara de perro a un rival que rascó, mordió y acorraló a Ter Stegen. Antes, Piqué e Iniesta habían sostenido al equipo con sendas exhibiciones de videoteca, pero es La Bestia Parda, que durante muchos minutos corrió en defensa como un juvenil, quien resolvió el último partido y el último título de la 2015-2016 con dos regalos para Alba y Neymar. Puede que no sea la final perfecta, pero es sobresaliente en diversión, contribuyendo a las risas la importante ingesta etílica y la anciana gritona sentada detrás de Nobita.

Boja

Este Barça inolvidable, amigos, es diversión y espectáculo, y lo es porque el vestuario está hecho de una serie de espartanos dotados de cojones de acero, si permiten ustedes.

Así acaba la temporada: con el placer infinito de derrotar a una afición que lleva un mes cantando El Arrebato. A ellos, y a la Banda, y al resto de profanos del balón, conviene dedicar la canción, mucho más pedestre, que guía nuestros pasos: esa que dice que somos los más grandes y los mejores, y que dice The Best, para que nosotros, el pueblo elegido, lea The Beast.

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