FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Ahora que pujamos con el fútbol chino y que volvemos a fichar tíos porque los quiere el Madrid o por un partido bueno en julio, ahora que la planificación deportiva ha muerto y que ponemos a gente en el staff técnico por algún favor pasado o reciente, ahora que el presidente vuelve a decidir contrataciones, ahora es el momento de lanzar un brindis por el optimismo.
Amigos, ustedes ya han estado aquí. Permítanme darles la bienvenida a aquel horror ético y estético del gaspartismo. Entonces, los conoisseurs empleaban una expresión maravillosa: «Gaspart no dejará ni los asientos del Camp Nou». Hoy, la frase ha mutado, aunque no tanto: «El club es una casa de putas».
Piénsenlo: Gaspart también había ganado unas elecciones como delfín de un Núñez a quien aún le quedaba tiempo antes de probar el jergón penitenciario. Gaspart tenía ahí metida a gente como Rexach, Serra Ferrer o Anton Parera. El Mal levantaba Champions por doquier y como Rivaldo no es Messi -nadie ha sido como La Bestia Parda- el equipo daba una pena infinita. La lógica degradación provocada por el nuñismo y por aquella gentola a la que el fútbol le importaba una mierda acabó tumbando a un poder aparentemente intocable.
Las infamias de entonces, en un período histórico que increíblemente evitó las investigaciones judiciales, están a la altura de lo de hoy. Sin ánimo de exhaustividad, un breve recordatorio:
Seguramente, a una directiva con menos cobertura mediática un par de esos escándalos ya la habría enterrado. Lo de Abidal, los Boixos, la culpabilización del club o Qatar, cualquiera de ellos, ya tienen dimensión de impeachment y salida en globo. Pero los intocables son así, tienen vidas extras que bajo la Diagonal uno no puede ni soñar. De hecho, vienen hasta ganas de especular con nuevas barbaridades que podamos conocer: ¿Que Bartu fichó a Paulinho porque lo tiene en el Futmondo? ¿Que Rosell pide la titularidad por decreto de Mascherano por una apuesta con Risto Mejide? Todo suena increíble, sí. Pero ya tú sá.
A ese elenco de proezas va camino de unirse la gestión del mercado 2017. Bartomeu avisó de que algunos nombres no ilusionarían, joder, igual no hacía falta que justo esta vez fuera tan sincero. De hecho, tantos horrores nos llevan a considerar un asunto: la magnitud de la obra de Messi en esta 2016-17 no acabó en ganar en Mestalla, Cornellà, Sevilla, Calderón y Bernabéu, ni en sacarle 14 tantos de ventaja al average del campeón, ni tampoco en ganar el average particular a La Banda. La magnitud de su obra también debe medirse por la cantidad de atrocidades que logró que no viéramos: tantas como una colorida, populosa y fosforita una casa de putas.
Brindemos por el optimismo, amigos, porque el olor a sepsis es inconfundible y esta gente ya anda anotando discretamente el número de empresas trituradoras de papel. Una y mil veces se ha dicho que el nuñismo gana elecciones sin bajar del autobús, pero no es cierto: en 2003 ganaron los buenos. Y ganaron porque veníamos de la Barbarie y porque puede que los malos sean nuñistas, pero también son personas. Por eso conocen el significado de la vergüenza y aunque es cierto que nunca votarán del lado de Cruyff y el fútbol, sí puede esperarse de ellos que el día de las elecciones opten por cambiar la mampara de la ducha, por tomar medidas del nuevo Citroën del vecino.
Amigos, no lloren más: el péndulo ha cambiado y ahora la historia nos juega a favor. Milagrosamente, hemos sobrevivido a esta era oscura sin perder a Messi; en cuatro días le tendremos de corto y en un par de meses veremos al amigo Cardoner solo ante la pañolada y poniendo morritos en la tribuna. Así que abandonen ya el gimoteo y vayan pensando en disfrutarlo.
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