Los nuestros

Las notas (I). ‘Too big to fail’

19 junio , 2019

Nos resulta imposible pensar en esta nuestra defensa sin imaginar a cinco matones del playground que se han pasado el año arrasando a los malotes de P3 y P4 para fracasar con estrépito en cuanto se han cruzado con otro equipo con antecedentes penales y hermoso historial de enfermedades de transmisión sexual. Ter Stegen, Roberto, Piqué, Lenglet y Alba han transitado durante la mayor parte del año dejando un aura de invencibilidad que resultó ser falsa. El engaño consistió en que en España no había un solo conjunto que quisiera ganar y que los caprichos del sorteo dejaron una Champions fácil hasta que llegó el ogro.

Nuestra defensa ha pasado de los 42 goles encajados a 56, pero será recordada, sobre todo, por no haber puesto un dique decente ante un Liverpool que nos dedicó dos hermosas raciones de spanking, dolenta, dolenta incluso sin sus mejores tíos en condiciones. Y así es como un año que parecía encaminado a una Champions por aplastamiento se quedó en una temporadita de Liga, truiteta, pare nostre i a dormir. Y muchos en esta defensa too big to fail, apelativo que reciben los bancos que si se van a la mierda lo arrastran todo consigo, provocando una onda expansiva de basura y pus que más les vale que no les pille a usted por ahí. En Liverpool hubo muchos culpables, sí. Y aquí les hablamos de varios de ellos.

Ter Stegen. 8. ¿Dónde estabas cuando vinieron? Qué injusto medir el año de este tío por los remates de Wijnaldum, señor que cierra el año con la friolera de cinco goles. Qué injusto mirar a Ter Stegen y recordar al tal Origi, pintaza de acabar en el Coliseo Alfonso Pérez conspirando con el tal Aranda para amañar una ida de Copa en Los Pajaritos. Pero lo cierto es que en el día clave, en el día del miedo, él no estuvo. Y sí, paró, pero paró como un mortal. Y no es eso nuestro portero, el que entrena cada día de su vida con La Bestia, el que ha hecho más horas de metro en Barcelona que Rexach y Gaspart en sus largas y muy extractivas existencias. Alguien recordará algún día que su año en Liga fue soberbio y que hubo domingos que parecía sencillamente imbatible, un error de videojuego, un muro de ladrillo de 7,3 por 2,4. Y gentes con el corazón más limpio contarán que las Ligas no se ganan solas y que el mérito es enorme. Pero Marc-André, el que no compareció en Roma, tampoco asomó por Liverpool. Sí lo hizo su versión terrenal. Está decidio que al primer encuentro subterráneo en la Línea 3 le echaremos huevos, le agarraremos de la zamarra y le haremos una pregunta: «¿Dónde estabas cuando vinieron?».

Cillessen. 8. Abandonado. Cuesta imaginar una figura más histriónica que la de Cillessen en los partidos anteriores a la final de Copa contra el Valencia. «Vamous, vamous, más, más, que podemous». Y a su alrededor, esas caras de funeral, esa procesión lúgubre de tíos pasándose el balón sin brillo en la mirada ni ambición en la cabeza. Nuestro segundo guardameta, igual el más ejemplar que recordamos, ha llegado a su cuarta final de Copa en sus cuatro años in da haus, siendo ésta la primera que pierde sin ni siguiera disputarla: no la decidieron ni el sprint deficitario de Alba, ni la pizarra de Marcelino, ni pollas en vinagre. La final la había ganado Klopp 15 días atrás y poco pudo hacer el chaval. Ahora que se va para tener la titularidad que merecería en el 99% de equipos de la élite europea conviene reivindicar su nombre y apuntalar nuestra provinciana admiración cuando, con culpa y temor de Dios, digamos «es que en los países centroeuropeos».

Sergi Roberto. 7. Sacristán. Pero no de tío con hábito, sexualmente reprimido en el mejor de los casos y de mejorables costumbres higiénicas. Sacristán, de Eusebio Sacristán, aquel lateral de quien decíamos que era un diésel -por aquel entonces éramos buena gente-, buen tipo, de toque de balón aseado y nula ambición. Sergi Roberto tiene ya 27 años, está en el mejor momento físico de su vida y no puede conformarse con ser el tío que mete un golito y da siete asistencias y que sí, siempre, jode a La Banda con un pase decisivo. Sergi Roberto nunca podrá ser centrocampista en un Barça digno de tal nombre, pero tiene un algo especial, un algo diferente, que le puede llevar a ser un lateral de época. Y eso pasa por ser agresivo, por elevarse el listón, por no ir con el mundo con esa cara de estrella de grupo de mierda para quinceañeras. Haría bien en recordar que Alves era odiado por la mayoría del Camp Nou (la mayoría mala, por supuesto) pero que su actitud macarra le ayudó a ser el mejor lateral jamás visto en esta ciudad. Y para que recapacite, que se vea y se contemple cada santo día en este instante, y se acuerde de lo perra que es la vida, que vuelve a estar en deuda y de lo sanísimo que es ser cabrón. Y por cierto, Sergi: nos jodiste uno de los goles de la temporada.

Semedo. 5. ‘Commodity’. Hay en algún lado un cártel de laterales rápidos, con llegada, capaces de hacer algún túnel y algún regatito pero que ni entienden de fútbol ni saben dar un pase de primeras ni tienen derecho a ocupar plaza de los chavales de la cantera como laterales suplentes. Dan las mismas prestaciones, cometen los mismos atracos y son una amenaza para el fútbol y para los secretarios técnicos. Semedo, año II, nos parece una perfecta commodity, le podemos intercambiar por cualquier otro y nadie echaría en falta su asistencia, sus tres goles de probada fealdad ni sus cuatro cagaditas en defensa. Y tanto es así que tenemos enormes sospechas de que en muchos partidos en que supuestamente jugaba él tiramos del niño Moussa Wagué.

Traspasarle sería una opción obvia en algún lugar donde no imperara la barbarie y el analfabetismo.

Piqué. 6,5. Sergio Ramos. Ay, amigos, que nos hemos pasado el invierno proclamando que teníamos al mejor central del mundo, y llegó la primavera y todo fueron lágrimas y cagonconys. Entendemos que a Piqué le apeteciera ser Ramos un tiempito de su vida, un par de años sin sufrir con 40 metros a su espalda en un mundo de delanteros que se agigantan en el espacio. Comprendemos que le apeteciera ponerse a despejar en modo Shaquille y a dar sus buenas hostias y tener al equipo juntito en campo propio. Nos hacemos a la idea de que le apetecía trolear así a su viejo antagonista, el Faraón de Camas, y recordarle al mundo que jugar a eso es sencillo. Pero convendría puntualizar tres mierdas,

  • Que por darle gusto al Gerardito el equipo se ha desnaturalizado otro par de pueblos más y que su felicidad en la cueva es la desesperación de todo un pueblo,
  • Que se ha llevado con el pene su cuarto Trofeo Barjuan al mayor culpable de goles recibidos, rozando los 15, más del 25% del total,
  • Que sabemos bien a qué se dedicó en Anfield, siendo meado en el primero cuando va a corregir los desastres de Alba y Lenglet, aplaudiendo en el segundo, no saltando en el tercero y no ayudando una mierda en el cuarto.

Vermaelen. SC. Juan Guerra. Ya se lo digo rápido: ha jugado 53 partidos en cuatro temporadas. Para que se hagan a la idea, en estos mismos cuatro años La Bestia jugó más de 200. Ahora que el glorioso periplo de Thomas Vermaelen llega a su fin es el momento de admitir y confesar y ponernos ante el espejo de nuestra sucia y alma y admitir que cuando nos roba un tío simpático se lo perdonamos. A Vermaelen le hemos pagado un Erasmus, le recordamos una acción de mérito en cuatro temporadas, nos hemos muerto de risa a cada nueva lesión y es altamente probable que no sea decir ni «buenos días« ni «bona nit«, ni nada de nada. Y, mejor aún, nadie le odia lo más mínimo. Ay, pienso en Juan Guerra, ese superdotado del robo chusco, que en 1997, tras seis juicios y dos condenas, llamaba «franquistas» a los jueces. La prensa contaba así sus planes de superación personal: «Juan Guerra dijo que su vida no ha cambiado y que vive muy bien en Conil de La Frontera aunque posiblemente se traslade a Sevilla por los estudios de sus hijos, y afirmó que comenzará a trabajar». Thomas, te queremos. Thomas, por favor, márcate un instagram de esos de mierda acabando igual: «Querida peña, adiós, ha llegado la hora de currar de algo».

Jeison Murillo. SC. Dandeny Muñoz Mosquera, La Quica. Si lo leen así de corrido verán cómo su alma se transporta a las colombias ochenteras, a la barbarie, a clubes de fútbol dirigidos por selular y con abundancia de sospechas delictivas sobre su dirigensia, a extrañas operaciones donde misteriosamente el representante del jugador es el mismo que el del entrenador y que ya luego si le pones y vas a Levante y te hacen un pink eye, pues bueno, mire, ya a la vuelta ponemos a los buenos. Cuatro partidos ha jugado, cuatro. Agradecer que no haya matado a nadie en ningún entreno y por favor, se le mande ya al equipo de la Gran Barcelona que le corresponde.

Lenglet. 8,5. ‘American phsicho’. Cadáveres en el jardín, probable. Conocedor del sabor de la carne humana, muy probable. Participación en crímenes de sangre, sí. Ha practicado la tortura, claro, joder. Siente placer viendo el dolor de sus víctimas, pare un momento y acérqueme esos kleenex. No podemos ser más partidarios del amigo Lenglet, fiabilidad 24/7, corrector acojonante, especialista en evitar dramas, ARTÍFICE DE LA SUPLENCIA DE UMTITI. Habrán leído ya en montones de entrevistas que el hombre es un chiflado del fútbol, que lo ve todo, que no se perdona un error, que estudia a los delanteros, que pasa noches en vela pensando en sus cagadas en compañía de su señor padre.

Pero hay algo que nos habla de él aun mejor: su mirada de «sí, amigos, la empatía pasó de largo en el reparto, dénse por jodidos». Enorme temporada la suya, único y remoto consuelo si De Ligt acaba pasando del Barça.

Umtiti. 4. Christanval. Francés, central, negro, jubilado a los 30 y montando una joyería. Ni tan mal el escenario que le queda a Umtiti, campeonísimo del mundo que ha visto cómo un tal Lenglet y una rodilla más jodida que la de Javier Clemente le mandaban al banco. En este el verano de su adiós esperamos muy fierte que pueda recapacitar sobre su alegre vida nocturna y sobre cómo pasó, en tiempo récord, de ser uno di noi a ser un tío a quien queremos ver en la línea de montaje de la Seat en pleno agosto y sin putas normas sindicales de máximos de temperatura. Para entenderlo, el bueno de Umtiti deberá comprender que en esta ciudad siempre hemos sido comprensivos con las canalladas de nuestros héroes CUANDO NOS HAN DADO UNA CHAMPIONS, PERO NUNCA ANTES. Tan difícil no parecía. Desde aquí nuestro compromiso férreo de confundirle con Déhu en menos de dos años.

Alba. 8. Este niño de quién es. Díganme ustedes: si hubiera habido un jugador que se pasara los días anteriores a Anfield con el ganchito fuera y proclamando que ya estaban en la final, porque el Liverpool estaba sin Firmino y sin Salah, ¿quién dirían ustedes que habría sido ese futbolista? ¿Les encajaría que fuera el mismo tío que regaló el balón del primer gol y que fue meado en el tercero, y que no vio el agujero tamaño Línea 9 que era la defensa del córner del cuarto? Ay, Jordi.

El mejor lateral zurdo del mundo durante siete meses, la puta renovación, y la vergüenza. Acaba el año con tres goles y 15 asistencias (números muy acojonantes, dignos ya del mejor Alves) y no se nos quita ni así la mala hostia por su noche infame de Liverpool, con el agravante de que ya había salido en todas las fotos en Roma. Para qué hablar de cómo mutó en Mascherano en ese sprint ante Carlos Bolt Soler en el decisivo 0-2 de la final de Copa. Ustedes se preguntarán si hubiera ayudado un Digne en la plantilla, si merece la pena buscarle un suplente. No lo sé: igual basta con que La Bestia Parda le insulte a muerte antes de la próxima eliminatoria europea. En cualquier caso, él se lo ha buscado: cuando algún día tengamos que contar a la peña por qué Messi no ganó más Champions, hablaremos de este tío, de este fenómeno de la banda, de este jugador superdotado metido en el alma de un padre que cuando tiene a su hijo en brazos no puede reprimir la cara de «y este niño quién cojones es».

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