FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Si el Barça ha logrado conquistar una Liga a vida o muerte esta temporada, con tanto en contra y con tan poco ahí dentro, es por la tremenda línea defensiva que ha lucido. El asunto es exagerado y contracultural para una afición acostumbrada a horrores puyolianos, desastres umititamesas y calamidades mascheranescas. Nuestros defensas, es sabido, defienden poco y mal, sufren a campo abierto y son gente grandemente insultada y de ínfima popularidad. O así era, hasta que Marc-André hizo realidad el sueño húmedo de su vida: tener a once tíos que corren y se comprometen, y a cuatro defensas que saben defender.
La duda que arroja esta defensa extraordinaria es si un equipo en quiebra puede mantener a todos sus pilares, o si nos sale a cuenta vender a algún intocable a cambio de tener algo, ALGO, de talento de centro del campo para arriba. Un servidor, sin duda, se plantearía llevar a cabo alguna dolorosa salida, y más con el fichaje de Íñigo Martínez. Con un total de cero información, en esta Caverna no nos sorprendería que saltara uno entre Koundé, Araujo y Christensen dejando en casa la morterada padre.
Ter Stegen. 10. Sansón. Un tío raro y excéntrico, un ser a quien no le gusta el fútbol, un jugador que tuvo los arrestos de pedirles a Messi y Suárez que tuvieran la decencia de defender. Sabíamos que Ter Stegen era especial y que era capaz de firmar paradones antológicos, además de tener el mejor juego de pies del planeta portero. La temporada que ha firmado será su Louvre: 50 partidos jugados, 28 imbatibilidades, sólo 18 goles encajados en Liga (un año atrás fueron 34). La sucesión de récords ha sido acojonante, como su repertorio de milagros, ya no sólo en el uno contra uno, sino también en remates a bocajarro.
La mancha, sin duda, la mantiene en la Champions, con 10 goles encajados en sólo cinco partidos, en los que pudo revivir, junto a Sergi Roberto, Piqué, Eric Garcia y Marcos Alonso, los horrores de otras temporadas. Hay quien cree que los milagros no existen: que repase la 22-23 de Ter Stegen bajo palos y el formidable Mato Grosso que arraigó en sus Monegros.
Iñaki Tenas. S/C. A la sombra del teutón hemos tenido dos porteros: el uno bajito y pendenciero, el otro guapetón y de la misma consultora que Eric Garcia. Basta decir que a estas alturas no sabemos quién es Iñaki Peña y quién Arnau Tenas; desde aquí les deseamos holgados sueldos, excelente salud, mejores primas.
Jules Koundé. 9. Sobrado. Una cosa aprendimos del horror ético y estético de tres lustros de Puyol en el primer equipo: a desconfiar de los que van al límite, de los sudorosos, de los que gritan. Comprenderán, en consecuencia, que hayamos disfrutado como becerros de la temporada de Koundé en el lateral diestro. A día de hoy podemos jurar que acabó muchos partidos sin hacer un solo sprint, sin sudar, oliendo a flores, tranquilo, anticipando, entendiendo el fútbol, desesperando a la delantero con su dominio escénico. A su sabiduría defensiva conviene añadir el enorme placer de volver a tener un lateral que supera líneas de presión con sus pases y combinaciones. Acaba el año con un golito y seis asistencias, además de algunas varias cagadas cuando ya estaba todo sentenciado que dieron alas al Clan del Sobaco. En esta cueva hacía muchos años, desde Alves concretamente, que no veíamos un fichaje defensivo tan decisivo, con tanta jerarquía y tan habituado a arrastrar los atributos sobre el césped.
Sergi Roberto. 5. Merengófobo. El paciente respira, muestra cierta autonomía motriz, se pasea con el equipo, sonríe en las fotos, hermoso el efebo. A pocas semanas de alcanzar uno de los mayores honores a los que puede aspirar un catalán -el de ser capitán del primer equipo del Barça-, Sergi Roberto nos vuelve a recordar de qué va este negocio: de martirizar el Mal. Otro golito decisivo contra La Banda, en la noche en que se finiquitó la Liga, y a vivir. Cierra el año con cuatro goles y tres asistencias y aromas cada vez más fuertes de poder devenir un vividor rexachiano.
Ronald Araujo. 8. Vigoréxico. The Rock se topa con un imponente gigante en Jumanji y de su boca salen unas palabras: «Te aviso de que pego muy fuerte». Nos las ha recordado nuestra bestia uruguaya, con un derroche físico que nos sonroja. Sin tener la clase de sus socios de zaga, va tan sobrado de piernas que llega a todo y frustra a todos. Enfrentado a Vinicius, entonces sí de lateral, mostró un nivel que tienen no más de cinco tíos en Europa. Con balón, vaya, nos recuerda que hablamos de un central uruguayo, pero con sólo 24 años ya huele a capitán. El déficit que nos preocupa es otro: cierra la temporada con sólo 31 partidos, 22 en Liga, a pesar de ser insustituible. La culpa, de una musculatura frágil en un deportista superdotado.
Piqué 0. Meme. Ya le habíamos olvidado, pero sí, jugó, y conociéndonos, ojo no vaya a pillar prima. La leyenda del mejor central que hemos visto de azulgrana no merecía el borrón de los últimos años ni la desvergüenza que firmó hasta diciembre. La eliminación europea ante el Inter (a la postre finalista, uno no quiere pensar, pero piensa) lleva su firma. Es sabido que uno es entrepreneur o es trabajador, y conviene agradecerle que se llevara su intrínseca toxicidad a la Kings League y a sus cuitas conyugales.
Christensen. 9. Canela. Sabe dios que no sabíamos de qué hablábamos cuando llegó un glacial bigardo danés por un total de cero euros y procedente de un reciente campeón de Champions. Tras empezar como suplente, dio un salto de nivel al equipo demostrando que filtrar pases es cojonudo pero que un defensa tiene que saber defender, y en eso le da diez vueltas al bueno de Eric. Temporada impecable, con la misma pega que Araujo: demasiadas lesiones, demasiadas mierdas y sólo 32 partidos defendiendo el área de Chewbacca. Una alegría más nos deja: si acabaron ustedes hartos de centrales carismáticos, aquí tienen un antídoto cojonudo.
Eric García. 4. Atropellado. Imponente dosis de realidad la que ha sufrido el pobre Eric y la que hemos tenido sus defensores. El naufragio ante el Inter lleva también su firma, tremendos horrores en un partido demasiado importante. Desde entonces, suplentísimo, y ya nadie se acordó de su asombrosa calidad, ni de su brutal talento de pase para superar líneas. No está para la superelite, pero admitámoslo: nos da supremo placer tener a un central en el equipo que en Valdebebas no habría llegado ni al cadete. Increíblemente cierra el año con más partidos que Araujo y con los mismos que Christensen.
Marcos Alonso. 6. Cumplidor. Uno se pregunta si cuesta tanto encontrar gente como Marcos Alonso, que sepa qué mierdas hace y a qué cojones juega, aunque no sea titular y aunque le cambien de posición a días. Y la respuesta es que joder, si cuesta. Nunca un partido excepcional, pocas cagadas terroríficas y difícilmente por debajo del seis. Cierra el año con 37 partidos y el estremecimiento del gol al United a los pocos días de fallecer su padre.
Balde. 9,5. Meteorito. Imposible saber a dónde legará este chaval, pero pinta a lateral de época. Desde el sprint salvaje de la jornada dos en Anoeta hasta la tortura a Óscar Gil en Corneprat, el mejor lateral de la Liga. Cierra el año con 44 partidos, un gol, seis asistencias y diversas deposiciones sobre la fascista coronoilla de Carvajal, como la que precedió al alarido de la temporada o esta chifladura que sólo Dembélé sacó del museo.
Alba. 6. Digne. Ojalá Jordi Alba hubiera tenido ataques de dignidad antes de que un entrenador le comunicara que ya no contaba. Cuentan que no sólo no boicoteó a su enterrador (¿y qué iba a hacer contra ese avión?) sino que ayudó en lo posible. Demostrando la pólvora que siempre tuvo, cierra la temporada con dos goles (ambos decisivos) y seis asistencias: un año más, el defensa más prolífico.
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