FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
En uno de los últimos Promeses de Barça TV aparecían dos revelaciones maravillosas y certeras sobre la naturaleza del futbolista. El programa repasaba el ascenso a la cima de Kaptoum y Aitor Cantalapiedra, los dos últimos canteranos que han logrado burlarse de Sísifo y llegar a la cima del primer equipo. Para ello rescataban declaraciones efectuadas por ambos cuando eran verdaderos mocosos. Con el camerunés, la cosa iba así:
Periodista: -¿Hay algo que te guste especialmente de Barcelona, de Catalunya?
Kaptoum: -La comida.
Periodista: -¿Cuál es tu plato favorito?
Kaptoum: -El pollo con patatas.
Con Cantalapiedra, la poesía y la verdad era aún mayor, más cruda, más descarnada. El niño futbolero nos regalaba esta frase:
-Cuando salgo al campo quiero meter goles y correr mucho.
Esas palabras llevan días grabadas en las paredes de esta Caverna. En una quincena en que Mascherano confesó que había cometido un fraude fiscal de 1,5 millones y avistamos la estupidez de algunos con el Halloween del Alfonso Pérez, Benzema ha querido redondear el asunto. La acusación es dura: habría tomado parte en un chantaje a un compañero de su selección, que o pagaba la bonita suma de 150.000 euros o veía publicado un vídeo suyo en paños menores.
Dios dirá en qué acaba el asunto. Pero conviene pararse un minuto a pensar qué fenómenos asombrosos le ocurren a esos niños que querían comer pollo con patatas y perseguir una pelota para acabar braceando en el fango con tantísimo entusiasmo. Las respuestas son miles. No habrá ayudado, piensa uno, que la naturaleza fuera tan generosa en lo deportivo con los supervivientes del darwinismo que llegan a profesionales, porque a la misma naturaleza no le alcanzó para esas seseras. Y probablemente la parte principal de estos naufragios radica en el hecho de que alcanzar el Olimpo del Barça o el Madrid es una forma de éxito tan rotunda y tan absoluta que envenena irremisiblemente las cabezas y los corazones de jugadores y entornos.
La impresión, si permiten, es que estos asuntos no son excepciones. Si nos fuera dado poder conocer a fondo y en detalle las vidas privadas de 15 tíos elegidos al azar que jueguen en los ocho grandes de Europa, posiblemente las Fiscalías de media Europa vivirían un formidable colapso. Algo nos dice que los Iniestas de la vida son una rarísima excepción.
Al final, uno se detiene unos segundos en mirar la oscura mirada de Benzema y de tantos otros y piensa que hace ya mucho que olvidaron la época en que les gustaba el pollo con patatas y enterraron el tiempo en que a la vida le pedían sólo el milagro de poder jugar otro partido para correr muy mucho.
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