FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Y Circulamos a la velocidad concedida sólo a algunos locos, con el viento en los oídos y las melenas al viento. Vamos a toda folla y esto ya no es una carraca a punto de averiarse, sino una plantilla que roza las de los mejores. La felicidad del fútbol y el intenso odio por los parones de selecciones han vuelto a nuestra vida, y además de jugar y ganar y amenazar ya este falsario reinado de los vapuleados en el 0-4 del Bernabéu, tenemos el exceso poético, la gozosa angustia, el anhelo desesperado, de ver jugar a Pedri.
En un equipo donde Ansu, Ferran y Memphis son suplentes, donde a Alba y Piqué no se les espera -«y menos que vas a jugar»-, donde Araujo no es indiscutible, nuestros corazones sólo temen por una lesión, y ésa es la de Pedri. Durante años vivimos con el horror de pensar que el infortunio podía alcanzar a Messi y privarnos de las sesiones tántricas de La Bestia Parda, ahora es el niño de Tegueste quien nos hace temer al azar. Aquello de los rehenes que entregamos al destino, ya saben.
Contra el Elche, tras otro recital de ese juego sabio, de esa cadencia suya a la hora de elegir, nos regaló esta proeza.
Y cierto es que el borrón de Ansu permanecerá, y que valiente manera de estropear una obra de arte, pero en nuestra mente añorada, en nuestro rincón de los tesoros, pensamos en otro pase inolvidable, maravilloso, de un gesto que ni siguiera con la mano acertaríamos a dar, de tan suave y tan perfecto.
Uno se pregunta si durará mucho el telele blanco de no entender que están ante un fenómenos. Uno se atrevería a pensar que igual lo de compararle con Iniesta fue un error. Uno piensa que sólo tiene 19 años, y que nos quedan lustros de excesos, de gozar de una dieta de desproporcionadas raciones de caviar que se sirven, puntuales, tres veces por semana.
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