FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Son ya unas cuantas semanas de maravillarnos ante esos personajes de gorra y chándal, con sus tatuajes, looks y nomenclaturas. Han venido a cambiar las redes, los medios, el mundo, y sí amigos, hasta el balompié. En esta Caverna, peleada con todo establishment, nos asombramos ante la repulsa que nos genera la cofradía, y nos ronda la pregunta, machacona. ¿Por qué resultan tan insoportables? A fin de cuentas, me dirá el estimado lector, sigue siendo fútbol.
Ay, lo dudamos.
En primer lugar conviene admitir que uno no ha entendido ni remotamente la oleada de los youtubers, los criptobrós y los vídeos con imponentes narizones en primer plano. Pero donde no llega el ensayo, que se atreva la poesía. Y les propongo: ¿y si resultara que la Kings League es al fútbol lo que el esmegma al sexo? Acompáñenme en este tirabuzón de incierto final.
¿Hablamos de una secreción? Piensen bien en esa peña y sus gorritas. La definición parece encajar. ¿Son glándulas prepuciales? No parecen, seamos honestos, lo mejor de esta sociedad, y miren que está ahí el bueno de Ibai, pero vamos, que aparentan ser un tropel de pájaros de dudosa higiene y moral dúctil. Tres preguntas fáciles: ¿Confiaría usted en ellos para la sencilla operación de hervir leche, servir una taza y acostar a su hijo? Explosiones, infanticidio, holocausto. ¿Les imagina leyendo ese compendio de hojas de pasta vegetal antes llamado libro? Más fácil sería que Cassano y Belén Esteban culminaran un doctorado en el MIT. ¿Es el colectivo streamer un colectivo partidario del pago de impuestos para el mantenimiento de los servicios públicos? Rancho de muros altos, metralleta, interminable desfile de Glovos.
Hasta aquí, la refutación avanza sólida.
Conviene coger perspectiva con este fenómeno y echar un vistazo a este nuestro lodazal llamado planeta Tierra, siglo XXI. En este horror desigual, abandonado hace diez minutos el antropófago medievo, el colectivo streamer aspira a culminar un viaje acelerado a las cuevas de donde venimos. Uno divisa en ese espeso bodrio individualismo, agresividad, mobbing, toxicidad, clasismo, elogio del analfabetismo. ¿Cómo es posible, de dónde viene la cosa?
Uno intuye, pero vaya usted a saber, que tras las felices conquistas democráticas llegó ese tsunami de horror que postula que mejor que las verdades son las opiniones, y agárrense, que todas las opiniones son válidas. Y lo hacen a la velocidad de modems supersónicos, ganando followers de manera enloquecida y mientras se preguntan que sentido tiene y escriben «eso que ha sido» (no, no ha irrumpido la tilde en ese pantano). El trumpismo, el bolsonarismo, las chifladuras todas, parten también de esa mentira, de ese chiflado con ordenador y una buena balda en la puerta, y defienden lo mismo: que tu opinión de cabestro fascista o de consumado iletrado vale igual que la de un profesional, que la de un sabio, que la de alguien que completó algunos cursos para tratar de aprender quién sabe qué. Las redes les proporcionaron un continente entero por conquistar, y ahí se desencadenó la chifladura, y olvidamos que si bien todos valemos igual, hay opiniones que nunca deberían haber salido de sus habitaciones oscuras, mal ventiladas y con olor, sí, a esmegma.
Pero mientras el mundo civilizado duda si ha llegado el momento de recuperar las nociones básicas de meritocracia y esfuerzo –quin pal amb el fred que fot– con las que bajó del árbol, toca aguantar en la sociedad del decibelio. En nuestro país la cosa comenzó con la pendenciera y cuñadísima turra de Ciudadanos, que se pudrió para dar a luz a la legionaria cabra de Vox y acabó de mutar, ahí va otro uruk-hai, en los trumpismos demenciados y multicolores que nos asolan hoy; es este viaje por nuestra mugre donde debemos ubicar la gran génesis del analfabetismo con incontinencia verbal.
Y sí, esmegma, porque hay abundancia de testosterona, tantísima vida detrás, lástima que se dejara pudrir por falta de higiene, ventilación, hábitos o vergüenza. Es la Kings League la última conquista de esta legión entregada a la cultura del zasca, los anabolizantes, el te falta calle bró y el se ha oído desde mi barrio. En un mundo faltado de ternura, por favor, quiten el micro a estos paletos de la gorrita, a estos cafres que aspiran a acabar de speaker del Ceuta para hacer ostentación de su retromonguez.
[Es cierto, nos asolan dudas y mala conciencia, que en este nuestro rincón hemos defendido siempre que el fútbol es reflejo de todos los defectos y virtudes de los bípedos que poblamos este planeta, y tal vez sea injusto pedir virtud alguna al frente LOL. Les respondo que el fútbol es de los bípedos que abandonan sus zulos, el resto puede seguir reinando en su Play; y añado, con folra i manilles, que el fútbol, para los futboleros, y que no será bienvenida opa ninguna. ¡Y la FIFA, me dirán! ¿La FIFA qué? Pues una cueva de Alí Babá de la corrupción, que nunca se ha apropiado de este espacio de cultura popular que es el fútbol y que ciertamente, no nació hijo de la cleptomanía y el egosurfing].
Acaba uno preocupado ante el espejo: ¿es ésta una crítica a los adolescentes que dan aliento y viabilidad financiera a este cártel de la toxicidad digital? No, bien hacen de aplaudir lo que sus padres ignoran. Pero por el amor de cristo rey, que recuerden, en algún momento, dónde juega Messi y dónde lo hace el cuadragenario Tamudo. Que piensen que cuando llega una revolución, mejor no tener al frente al bueno de Yosif, con todo ese amor por la humanidad. Y que, por dios, el agua corriente y la ducha diaria llevan siglos salvando vidas y blindando convivencias.
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