Cavernícola

15: banquillo, pena y tozudez

22 febrero , 2023

Olviden esa ordinariez de celebración de quinseañeras, olviden la sacarina cantada del Dúo Dinámico. En fútbol, el 15 es un número que evoca, inevitablemente, las penas del banquillo, la melancolía infinita del futbolista sentado, las maravillas que no haremos, la gran derrota final. Y aún así, cierta ilusión o tozudez.

Ignoro cómo les trató la vida futbolera, pero créanme que se aprende mucho y que es de lo más sano experimentar la posición de cuatro semana tras semana, mes tras mes, con frío y con calor; ese ensueño perpetuo de que te den 20 minutitos de supuesta diversión. Uno comprende los más ignotos resortes del alma humana, explora sus propias reservas de humanidad y bonhomía; hurga en la perturbada psicología del entrenador y acaba descifrando el insólito morse de goles a favor y en contra que facilitará que hoy tengas cero, cinco o toda una segunda parte para sacar a relucir el compendio completo de tus inseguridades.

Sí, el banquillo le evoca a uno el 15, a ese pobre Salinas que salía a morder el césped y a demostrar a cada ocasión los océanos de fútbol y belleza que le separaban de Romário. El 15, convendrán, es una puta mierda y esos, 15, son los que ha hecho este año aquí su Caverna. No les engañaré: hubo un tiempo en que parecía que la íbamos a petar, ¿lo recuerdan? ¿Pasó eso sólo en mi cabeza? Entiéndanme, petarla como la puede petar un producto leído en esta nuestra era del tatu y el videoclip. Por momentos uno llegó a pensar que era influente y que lo que depositábamos aquí, en el silo nuclear, le importaba a alguien. Pero no. La frase dicha sin maldad, cayó como una guillotina hace unos meses:

-Quin greu, que hagis desaparegut.

La vida, como el banquillo, te baja los humos, y nada más sano. A fin de cuentas, uno escribe porque tampoco sabe (y de esa forma) hacer otra cosa, porque la vanidad y la revancha empujan, porque sinuosos son los caminos de la tara mental (y cuentan, de hecho, que a los tres años ya echaba bárbaras parrafadas sobre los partidos del día a la salida del parvulario a una madre a quien no podía importarle menos aquello). Por supuesto que no la petamos, no, pero alguna gloria hay en el acto de resistencia de seguir escribiendo sobre cosas absurdas de madrugada, en dudoso estado de sobriedad y pagando dinero por ello. Además, al final resulta que alguien sí nos leía y que a pesar del fin de la era Guardiola, del adiós Messi, de la implosión del Mordor bartorosellista, al final de todos los finales hay una serie de gente querida y admirada que de vez en cuando se deja pasar por este rincón.

En este aniversario cavernícola, tres ya los lustros, quiero ceder espacio al suplente del año, a la víctima de la crueldad del fútbol, al principal ajusticiado por la tiranía del éxito: el bueno de Kolo Muani, con esa mirada de niño, con ese asombro y esa pena.

El fútbol, qué cosa termenda, ligera y brutal, y qué destrozos sobre las gentes de corazón sencillo. Todo el afecto a Muani; nosotros, felizmente, tampoco vimos a Mbappé, y fue así como ganaron los buenos.

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