Los debuts no se inventaron para perder en Los Pajaritos. Los debuts sirven para soñar, para imaginar al equipo campeón, predecir victorias épicas en grandes estadios, para aterrorizar a los rivales. Los debus sirven para lanzar las campanas al vuelo y pensar que Henry aún tiene 27 años y que el Barça ha aprendido a atacar defensas cerradas 16 años después de enfrentarse al entrañable Viking Stavanger.
Pero el Barça tiene una plantilla con menos extremos que la del Real Madrid -un nuevo mérito de Txiki, que combina su sabiduría futbolístia con una asombrosa torpeza a la hora de sondear el mercado- y se atasca y arrastra la falta de puntería del pasado año con, recordemos, dos delanteros menos que entonces.
Sin embargo, no es de extrañar lo que ocurrió en Soria. Ese terruño áspero y frío vive nueve días grandes al año: la semana de los Sanjuanes, y las visitas de Barça y Real Madrid. Sus gentes se crecen, el equipo lo nota y esto es fútbol, no béisbol. En plena resaca por semejante inicio de campaña tras tres interminables meses a agua, pan y roja, he recordado dramáticas visitas al río Duero a su paso por Soria. Acudí con los intestinos cargados, la cabeza espesa y los ojos hinchados, la charanga metida en la cabeza y una máxima en la boca: «Viva Soria, joder».
Este Barça neonato necesita tiempo y mucha humildad, así que bien haría de repetirse lo mismo durante la eternidad que falta hasta que vuelva la Liga.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
3 Comentarios
You must be logged in to post a comment Login