El horror viste de azulgrana

El horror viste de azulgrana (III): Geovanni

14 junio , 2012

Llegó al aeropuerto del Prat en verano de 2001 y le pusieron un micro en la boca. «He venido a ganar el Balón de Oro». Y decenas de miles de adolescentes barcelonistas experimentaron una formidable erección. Era Geovanni Deiberson, redentor del barcelonismo, internacional con Brasil, estrella del Cruzeiro, donde ejercía de líder ofensivo y chutaba las faltas y los penaltis… Y cojones, costó 18 millones de euros. Muchos se lanzaron definitivamente a los brazos de aquel tipo de indescifrable pensamiento cuando en un amistoso de pretemporada hizo un regate sólo apto para mitos.

Poco tardamos en comprender la magnitud de aquel timo. El tío era tartamudo, tenía voz de mezzosoprano y nulo carácter para salvar a aquel Barça tenebroso. Catalunya vivía entonces los estertores del pujolismo y algo de todo aquello se le quedó a Geovanni, que pronto se sumió en una espiral de tics nerviosos. Su rostro angustiado llevaba la patimenta al estadio en sus cada vez más espaciadas y angustiosas apariciones sobre el césped.

Fue ahí, en el césped, cuando vimos que el salvador era sólo un pollo sin cabeza, un precursor de Overmars. También caímos en que usaba ortodoncia. Un tiempo después se supo que en Brasil era Trending Topic hacer debutar en la seleçao a jugadores sólo para encarecer el traspaso. [Curiosamente, su único partido con la canarinha fue semanas antes de su fichaje por el Barça. Brasil, por supuesto, palmó]. Y el pobrecillo nunca llegó a superar el escándalo que se formó al denunciarse que Gaspart y Parera (escalofrío por todo el espinazo) perpetraron su fichaje con la alegría propia de aquel régimen.

Secretamente, siempre simpaticé con el pobre Geovanni y con su mirada temerosa; gracias a él supimos lo que era el tardonuñismo y comprendimos un poco mejor Catalunya. Dejó el Barça para seguir una trayectoria decente como trotamundos en equipos de segundo nivel. Aquí nos dejó dos goles en 41 partidos, pero atención, después de cada uno de ellos se besó el escudo. Angelito. Había venido a ganar el Balón de Oro.

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