4-3-3

Estampida

12 febrero , 2015

«No us enculeu! No us enculeu!«. No era un obispo medieval quien profería estos gritos, ni ningún homófobo autoritario y receloso de su virgo en plena orgía. Era un entrenador, en paz descanse, que pedía a su equipo que no se dejara encerrar sobre su propia área. El grito, no lo negarán, era poderoso y evocador. Pero a menudo ocurría, cuando el rival era muy superior, que el delantero acababa sintiendo en la nuca el soplido de sus propios compañeros. 

Me pareció oír los gritos desesperados de aquel infortunado entrenador asistiendo a un nuevo capítulo del resurgir de Messi y de la renovada furia del Barça. Diez victorias seguidas ya, con tres partidos contra el Atlético y dos contra el Villarreal de por medio. El galope del equipo deja estampas impensables hace sólo unos meses, durante la burocrática decadencia del Tata: Suárez jugando con briznas de césped pegadas a la frente; el aclarado de Mathieu, digno de un pívot negro, en el gol de Piqué; Iniesta chutando repetidamente a portería; y, sobre todo, ese sistema ofensivo inspirado por Théoden y basado en el puro aplastamiento de un rival que acaba hundido en su propia área. Para los de amarillo fue imposible, con perdón, no encularse.

Y todo ello fue un espectáculo rohirrim, nada guardiolista, porque no hubo ahí ni ataque en cordada, ni juego de posición, ni movida adulta ninguna. El Barça es oficialmente un equipo de infantiles desbocados e incontenibles, un rebaño de escolares que sale en estampida al patio a la carrera en cuanto suena la campana. En ese arrebato Rafinha encaja mejor que Xavi y el fútbol se convierte en una montaña rusa. 

La prepubertad es de tal nivel que el Barça, este tierno Barça, se las ingenió para no cerrar la eliminatoria. El gol de Trigueros sigue a una lesión de un compañero que fuerza su presencia sobre el césped, a una pérdida insólita de Suárez y a la primera gran cagada de ese porterazo llamado Ter Stegen. Una rareza de coleccionista. Qué decir de la decisión de La Bestia Parda de cederle un penalti a Neymar, seguida del fallo de éste. Un 4-0 habría sido de lo más normal, pero al equipo le falta veteranía.

Y oigan, a fe que lo celebramos. Nos habíamos hartado de jugar al ajedrez en Viena y nos viene bien el vértigo sanferminero. El equipo transmite fragilidad, pero su entusiasmo de patio de colegio es desbordante. Un día de estos, nuestros chavalitos de tercero de Primaria aparecerán por el Madrigal y les harán, no hay duda, cinco ocasiones. Pero sabemos que el Villarreal pasará la mayor parte del partido amontonado en su propia área y preguntándose quiénes son esos críos que atacan sin parar, enloquecidos por la siniestra idea de que en algún momento les recluyan de nuevo en clase. Así las cosas, no hay otro camino que el de gozar, ganar y regodearnos en este inesperado retorno a la infancia. 

6 Comentarios

You must be logged in to post a comment Login