Copa del rey

Peajes

7 marzo , 2015

No habiendo logrado llegar La Banda y tras el sonoro gatillazo del Espanyol, el ninguneo y la bajona respecto a la final de Copa que aparece ante nosotros es considerable. Efectivamente, volverá a llegar ante el Athletic, el club de un pueblo burgués que aúna en su mística txapelas, puros, txuletones, descoloridas ikurriñas, un hermoso superávit fiscal y cierta afición al politramatismo que no declina con los años. Es la tercera vez en seis años, y las anteriores tuvieron poca épica: la primera era en pleno desenfreno guardiolista, con un Messi enloquecido; la última fue el epílogo de la gran obra de Pep.  Y podría parecer que un duelo entre este Barça y el décimo clasificado de la Liga no tiene enjundia, pero ocurre que esto es fútbol y que el Athletic no sólo dejó por el camino al Alcoyano y a el Espanyol, sino también a Celta y Málaga, dos rivales que se le han atravesado al Barça este año.

Tiempo habrá, en cualquier caso, para intentar vender que aquello es un verdadero partidazo. Tal vez más importante que eso es mirar atrás.

Una semifinal es seguramente el momento en que un equipo alcanza el cénit de su tensión y su competitividad. El rechazo frontal a perder y hambre de ganar suelen dar lugar a tremendo choques de trenes. Para pasar, el Barça tuvo que derrochar fuerza mental en el Madrigal. Hacía muchos meses que el incipiente equipo de Luis Enrique no era arrollado de esa forma. El Villarreal encadenó llegadas, ocasiones y citas a solas con Ter Stegen durante una primera parte intermibable. Pero el Barça supo sufrir y supo machacar al rival cuando le dio ocasión. Tal vez el choque será olvidado, cosa injusta; bastaría recordar, para comprender su importancia, que un profesional de la talla de Busquets sufrió durante ese choque la lesión que le puede apartar de dos partidos que pueden costar dos títulos.

Y con eso tiene que ver la única nota amarga que empaña la euforia por el furioso renacer de Messi y su gente en los últimos dos meses: tal vez el equipo debería haber aplazado su explosión y la consolidación de su once de gala un par de meses, para llegar en condiciones a los grandes retos de la primavera. Tal vez. Pero el fútbol de alta competición no está hecho para escatimar esfuerzos y menos en equipos bisoños en que el entrenador vive al filo del patíbulo. Además queda el consuelo: nos han dado un invierno formidable, hemos sobrevivido al Madrigal en un día que tenía ecos jodidos y se nos apetece Mucho darle al Athletic lo suyo.

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