Ya lo han visto. Hay 25.823 benditos de Dios para los que es más importante la opinión de Sor Llucia Caram que la de Cruyff. De ellos es el club, jódanse y bailen. De la derrota y la tristeza de comprobar a qué cosa infame pertenecemos conviene sacar algunas lecciones. Porque seis años son un mundo, toda una condena por sobornar a inspectores de Hacienda, pero convendría asumir que en el mundo existen las reducciones de condena y los beneficios penitenciarios. Y habrá que estar preparados. Cinco cosas que haremos:
A los mónguers del Twitter, entre los que se incluye un servidor, conviene quitarles el iphone y mandarles a predicar a partidas de petanca, sanatorios, asilos y unidades de cuidados intensivos. Ahí se hace fuerte el nuñismo y no podemos fiarlo todo a la Bondad del Señor a la hora de finiquitar los ciclos de la vida.
Ni uno solo de los 10 ó 15 líderes periodistas deportivos con más prestigio de la ciudad es nuñista y sin embargo ya han visto qué tal nos luce el pelo. Igual hay que forzarles a sacarse una licencia del taxi y afiliarles a algún sindicato duro de esos en los que no tienen la más remota idea de lo que es un Trending Topic pero sí saben que Cruyff es un mierda y un pesetero. Ahí hacen mucha falta para combatir a Mordor.
Laporta, amigos, fue un gran presidente, pero ha sido un pésimo candidato: los suyos han votado con una enorme sonrisa, pero su sola presencia ha movilizado al nuñismo más que la final de Berlín. Su principal defecto es un personalismo desbocado que le ha aislado y que hizo imposible en su día cualquier movimiento sucesorio para favorecer a un candidato que suscitara menos rechazo entre los no alineados. El cruyffismo merecería estar otras manos, y más limpias, que las de Laporta y Roures. Amigos, se busca mirlo azulgrana.
El desfile de personajes rancios por la sede electoral de Bartomeu confirma que lo que le faltaba a esa candidatura era amor propio y orgullo. El ejército nuñista ha votado en masa, pero avergonzado, sabiendo que el mundo del fútbol en pleno estaba con Laporta y que ellos se tenían que conformar con Risto Mejide, Migueli, la mujer del convicto y el peluquero tertuliano. Conviene mantener eso, amigos. El balón es nuestro; que ellos se resignen a tirar contragolpes reumáticos con Braida, Carrasco y Rexach. Algún día entenderán que dan vergüenza.
La gran tragedia de anoche es que Bartomeu será el presidente del club de Messi hasta que La Bestia cumpla los 34 años. Conviene vigilar cada movimiento de esta Junta para evitar que ejecuten una venta que no hace ni un año impulsaban con entusiasmo. Y igual habría que hablar con Leo y pedirle el enésimo favor: que el próximo triplete no lo haga en año electoral, por el amor de Cristo Rey, porque su gesta sólo sirvió para sacar de debajo de la cama a los que tenían demasiada vergüenza por Qatar, por los Boixos, por cómo se despidió a Abidal y por las movidas judiciales con Neymar y La Masia.
Hasta entonces, amigos, nos queda sólo un consuelo. No nos gustan los canapés, no comprendemos el poder, no amasamos fortunas. Pero somos los vencidos del nuñismo, somos los de Cruyff, y nadie disfruta el fútbol como nosotros. No nos cansaremos de gritar las estafas nuñistas precisamente porque cada sábado y muchos miércoles estaremos cantando gol. Hay otra cosa: cada vez que reciba Messi y se detenga el mundo sabremos que tenemos razón.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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