Disculpen el exabrupto, pero así es. Son ya unas pocas décadas de personarnos en el Bernabéu con todo tipo de intuiciones, cábalas, cálculos y demenciales sueños de soborno. Los años dejaron un poso, y el poso dice que palmamos. A continuación, los porqués:
El Clásico lo gana el más necesitado. Y es el Barça quien llega tres puntos arriba, el Barça quien se pondría con seis de ventaja y la vuelta en casa.
Si algo hemos aprendido de La Banda es que no está hecha para la estética ni para la armonía. Y vean cómo llega: con Cristiano rajando de Benítez, el equipo jugando de forma hórrida y siendo incapaz de liderar la Liga a pesar del flojo inicio del Barça y de sus lesiones. Añadamos a ello una cierta sensación de lucha de víboras entre James, Bales, Ramos y compañía. Pero es La Banda, un equipo cuya principal estrella en los últimos 50 años ha sido un tío de las limitaciones de Raúl, señor raquítico que levantó tres Champions por el sencillo sistema de desearlo mucho. Es ahí, en el feísmo y el mal rollo y el escudo y la Guardia Civil y los córners donde fundamentará La Banda su victoria.
Tampoco habría que desdeñar el factor hambre: La Banda lleva largos meses viendo al Barça celebrando en todos los pósters. El Barça, por contra, vive aún en el Olimpo y sabe que en un mes tiene otro título a tiro; el objetivo en estos primeros meses de Liga la idea no era sentenciar el título, sino evitar quedar descolgados.
¿Les parece este Mandril un equipo que vaya a ganar algo esta temporada, o más bien parece un truño nuñista de los que maquillan el año ganando el Clásico?
Habría que recordar que La Bestia comparecerá en el Cuernabéu tras dos meses sin jugar un partido. Poco mejor llegan Iniesta y Rakitic. Y son precisamente estas excusas las que constituyen un camino bien corto a la derrota.
Hasta aquí nuestras razones. Sin embargo, anida dentro nuestro, en algún lugar, una inquietud. ¿Y si ganamos? ¿Qué significaría esa insólita victoria? Tal vez que Servidora no tiene puta idea, o que el fútbol es un lugar extraño. O tal vez sea otra cosa. Tal vez una victoria en el Bernabéu signifique que el Madrid ya no es el Madrid, que El Clásico es un fraude, que en esta era de los prodigios en que reinventamos el fútbol, gozamos del más grande y ganamos cuatro Champions acumulamos aún un último mérito: el de acabar para siempre con La Banda.
Firmo Albert Martín y nací en Barcelona en 1980. A los cuatro años hablaba de fútbol y estoy atado a las miserias de este equipo desde 1987; los insultos de mi padre y mi tío a once tíos de azulgrana que perdieron 1-2 ante el Sabadell me hicieron 'culer'. Recuerdo confusamente que un día llegó Cruyff y convirtió el suplicio en arte y aquel club oxidado en hoguera de vanidades. En plena pesadilla gaspartiana vi desde Lisboa un Madrid-Barça que La Banda ganó 2-0 con gol de Judas. Luego murió Kubala y comprendí que había llegado la hora de hacerme socio. Para entonces ya sólo podía ser periodista y me acogieron en 'El Mundo', donde publiqué 'El callejón del ocho'. Después me fui a 'Público'. Durante décadas, el Barça implicó lágrimas, culo prieto y miedo a cruzarse con un kiosco. Pero nos quedaba una profecía por cumplir y se sucedieron Ronaldinho, Xavi y Messi para aclarar que éramos 'foda'. Un día de invierno me encontré con que mi Caverna había sobrevivido a mi diario y perdí ciertas vergüenzas: no me importa ya reconocer que sueño fútbol casi todas las noches.
Postdata: Aún tiro caños y no olvido una cosa que escribió Hornby: "La única diferencia que hay entre ellos y yo estriba en que yo he invertido más horas, más años, más décadas que ellos, y por eso comprendo mejor qué sucedió aquella tarde".
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