FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Uno le da vueltas y más vueltas al calendario y se horroriza grandemente. La 2016-17 puede haber sido la mejor temporada de La Bestia Parda, su obra cumbre, por actuaciones individuales, por sentido coral del juego y por el nivel de milagrería que ha puesto sobre la mesa. Pues bien: la 2016-17 puede cerrarse con Messi levantando una triste Supercopa de España y una insuficiente Copa del Rey. Para evitar ese horror, La Banda tiene que palmar tres puntos contra Granada, Celta o Málaga (fuera) o Sevilla (en el Cuernabéu).
Lo cierto es que el Barça lleva 104 goles a favor y 33 en contra, números clarísimos de campeón. Especialmente cuando La Banda acumula 12 goles menos a favor y ha encajado seis más. Viendo el rendimiento contra los mejores del campeonato se confirma que el Barça hizo el papallona contra las medianías, mientras los Casemiros se dedicaban al bullying con su habitual eficacia: contra los siete de arriba el Barça perdió ocho puntos y el Mal, 12.
Pueden ustedes repasar la temporada del Barça para buscar una explicación a este sindiós. Les asaltarán ciertos recuerdos. Por ejemplo, la pedrada épica de Mathieu ante el Alavés, la cagada de Arda ante La Banda en el Camp Nou con esa faltita en el descuento o el increíble gol anulado del Villamarín. Y sí, faltó suerte contra el Málaga en casa o en el campo del Villarreal, pero un equipo que tiene a Messi no debería pedirle nada más al azar.
Es ahí donde hay que reivindicar a este Messi sideral de la 2016-17: en sus actuaciones en campos donde la Barçafobia es la única ley. Lo vieron en Mestalla, con doblete de La Bestia para el 2-3. O en el Pizjuán, gol y asistencia para el 1-2. O en el Calderón, golito en el 1-2. La obra de arte del Bernabéu, en ese 2-3 con doblete. Son 11 puntos que le pertenecen exclusivamente a él en las que son seguramente las cuatro salidas más difíciles sobre el papel. Menos decisivo estuvo en Corneprat, con una asistencia en el 0-3. Y uno podría añadir actuaciones memorables (lo fue la de Villarreal, con 1-1, gol suyo de falta) o rescates de emergencia como el gol de Anoeta (1-1) o la asistencia del Villamarín (de nuevo, 1-1).
Dijo una vez Gil: «¿Cómo le explico yo a Pantic que mete cuatro goles en el Camp Nou y perdemos?». Lo mismo nos ocurre con La Bestia. Lo que ha hecho este año fuera de casa ha sido demencial. Seguimos aferrados al optimismo y repitiendo que en algún momento la Sacra Potra de La Vil Banda quedará compensada. Hasta entonces, nuestro consuelo es pensar en esas agitadas pesadillas, en esa fiebre y ese insimonio que poblará las noches más oscuras de tantos rivales. Verán una barba pelirroja. Un dorsal 10 que vuela con voluntad homicida. Y justo en ese instante, toc, toc, sonará, siniestro, el timbre.
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