FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Sí, amigos: la 25ª fue la Malquerida. Somos el Barça y puede que seamos el único pueblo del planeta donde aún se habla del equipo bicampeón de Van Gaal con desprecio e inquina. Igual es porque somos el único pueblo del planeta donde sabemos que ganar un trofeo y ganarse la admiración del mundo son cosas diferentes.
Y aquí estamos, dos décadas después del caraladrillo, preguntándonos si esta Liga merece alguna celebración de algún tipo o si nos retrotrae a la siniestra época de Núñez, Gaspart, Van Gaal, Serra Ferrer, Reiziger, Barjuan y compañía. Conviene admitir que a medida que esta generación ha ido perdiendo piezas y ha envejecido, hemos sido, felizmente, más conscientes de que la cumbre futbolística del trienio 2009-2011 quedaba cada vez más alejada. El juego de este Barça de Valverde no ha tenido el vigor, ni la continuidad ni la superioridad aplastante del de Guardiola. Repasando la temporada, asoman a penas las goleadas al Eibar, el Espanyol, el Betis o el Girona, y días de brillantez como el primer tiempo de Mestalla o el segundo de Anoeta o el Cuernabéu.
No hay duda de que el mejor partido de la temporada lo brindamos en esa antológica final de Copa, competición donde también hicimos media hora asombrosa contra el Celta.
Pero si pudiéramos asociar cada título de Liga con un jugador (y asumiendo que todos los títulos son antes que nada de La Bestia Parda), éste sería el de Busquets. Sí, Busquets, a quien queremos más que a nuestra madre. Busquets, referente competitivo, titán defensivo y guardián de las esencias. Busquets, autor del ballet de la temporada con un guest star llamado Kroos. Estaremos de acuerdo en que ninguna figura es más importante defensivamente hablando que el superhéroe de Badia del Vallès. Seguramente, nadie es más responsable del récord asombroso de haber llegado a la jornada 35 sin conocer la derrota.
Porque en efecto, ésta la Malquerida ha sido la temporada en que nadie nos mandó a la lona. Hasta el mejor Barça de Guardiola mordió el polvo: éste es un deporte absurdo, donde el azar pesa mucho y donde cualquiera tiene armas para ganar un partido. Pero la estadística es cierta: ni una derrota, jornada 35.
Y el mérito asombroso está en que media España sueña despierta y dormida con derrotar al gran dominador de la última década, y más en tiempos en que el amarillo pide cárcel y Llarena es portada de la SuperPop. El Espanyol, La Banda, el Valencia, el Sevilla, el Atlético, hasta el Athletic… La Barçafobia es enorme y creciente, pero ni ellos ni los más humildes en los días tontos de rotaciones han logrado endosar una triste derrota a este equipo legendario remozado con nuevas y dudosas dosis de black power.
Si los partidos brillantes faltan, no pasa lo mismo con las exhibiciones de supervivencia. Piensen en Getafe (1-2), en el Calderón (1-1), en Mestalla (1-1 con hermoso atraco), en Cornella (1-1 con gol de Piqué) o el Pizjuán (el milagroso 2-2 de Suárez y Messi). Días en que la derrota rondó, días en los que Busquets y su sonrisa de caimán se impusieron a todo. No la quieran, si no quieren, no brinden, no se emborrachen y no pisen Canaletes, pero recuerden: en la 25ª fuimos invencibles, y nadie antes supo qué era eso.
Si la proeza estadística no les ablanda el corazón, recuerden cuál era la alternativa. Recuerden cómo la gastan los de las camisetas de la chilena de Cristiano, los que vendieron a Robinho y Robben y ahora a Cristiano como rivales de La Bestia Parda. Recuerden al servicio de qué mentiras trabajan las derrotas azulgranas. Recuerden el sentido universal de la justicia que reina cuando es Messi quien alza este título, cuando alcanza los nueve títulos (ay, amigos, Di Stéfano se quedó en ocho, Casillas en cuatro, el Portillo de Madeira suma dos). El sol brilla más cuando recuerda que es el Barça de Iniesta, Piqué y Busquets el que le ha ganado siete de las últimas diez ligas, algo que sólo logró el Madrid de los tiempos de la inmensa placidez de Bernabéu y Franco. Y lo habremos logrado, tacatá, con Paulinho como 12º hombre.
Hay una última cosa que deben pensar cuando le escupan a la Malquerida. Piensen que habrá un día en que Messi cuelgue las botas. Ese día, su vacío será tal que seguramente comenzarán a desayunar y merendar trankimazines. Ese día estará este agujero para recordarles que ustedes, pecadores, pasaron las últimas temporadas de la colosal obra de La Bestia Parda sin disfrutar de cumbres de juego y competitividad como las que nos ha brindado este año. Renegar de esta liga, menos lustrosa que otras, es una forma como cualquier otra de decir que por ustedes, Messi ya podría estar en el City y que la vida, en definitiva, les parece una puta mierda.
Que Dios les perdone: la Malquerida tendrá siempre un rinconcito en nuestro negro corazón porque la Malquerida también nos alargó la vida y se la amargó a los enemigos de la Civilización.
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