Héroes

El fin del fútbol

21 mayo , 2018

No nos gustan las despedidas. Se nos hacen largas y penosas. Si les sobra azúcar, nos empalagan, nos recuerdan nuestra querencia por lo kitsch y lo melindro: somos catalanes, una superpotencia en el asunto. Y hemos estado a un milímetro, estupendos somos, de cagarnos en este interminable funeral por un futbolista de Fuentealbilla.

Pero este adiós de Iniesta, un adiós que hace un mes y medio que digerimos, ha sido diferente. Si el fútbol es la pasión de este planeta es porque es una réplica simplificada de la vida. Y la vida, ya saben ustedes lo que le pasa a la vida, ya saben cómo termina.

La imagen del cariño descomunal recibido en las últimas semanas por Iniesta dan que pensar. En los propios pecados, en la vanidades y los rencores, en los odios y el orgullo que arrastramos. En la gente que dejaremos atrás: quién nos iba a querer, a nosotros, que no hemos dado nada. La imagen de las lágrimas de dos caras tan puras de lo que es el fútbol como son Xavi y Suárez nos han golpeado. Son las lágrimas de dos amigos al ver al otro que parte, las lágrimas por el camino recorrido, por todo lo que no volverá. Las terribles lágrimas por el fin del fútbol.

El fin del fútbol. El frío abismo, joder.

Hay algunos entre nosotros que pensamos que entendemos parte de lo que es la vida, que hemos vivido algo, que sabemos cosas. Espóiler: no sabemos nada, no tenemos ni puta idea. Cuando el Camp Nou ha coreado tu nombre, cuando tus goles y tus regates han levantado a la multitud y llevas desde los 20 años firmando autógrafos y apareciendo en fotos… Seguramente entonces bordeas el analfabetismo, sí, pero tienes una idea bastante burda, exacta y fenomenal de lo que es el mundo. Seguramente entiendes mejor el sentido de la entrega, de la dedicación, de la pérdida.

Iniesta asistió ayer a su entierro. En primera fila, con sus hijas tan panchas, las maletas preparadas y un verano que ya asoma. Y sin preocupaciones mundanas para el resto de sus días. Pero un entierro, al fin y al cabo. Y nosotros, con él, pudimos recordar que estamos de paso, que el tiempo vuela, y que muy pocos son los elegidos que dejan algún tipo de huella, fulgor o recuerdo en este planeta.

Qué imagen la de Iniesta anoche, a la luz de la luna, solo en el centro del campo, en su otra casa, convertida ya en sepulcro. Qué imagen, la de quien no quiere partir. Lo escribió Gil de Biedma: Dejar huella quería / y marcharme entre aplausos / -envejecer, morir, eran tan solo / las dimensiones del teatro. /Pero ha pasado el tiempo / y la verdad desagradable asoma: / envejecer, morir, /es el único argumento de la obra.

El gran Andrés Iniesta: nos hizo sentirnos vivos hasta en su último adiós, y fue poético hasta el final.

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