FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
Ocaso, decadencia, agonía y esperpento. Todo cierto, pero atención.
Recuerden ustedes que nada refuerza más a un equipo que ser fiel a sus principios. Cuando el Atleti se encierra 86 minutos y tira cuatro contras en todo el partido para enorme euforia de una gente que si no se dedicara al fútbol sería el cártel de Sinaloa, hace bien. Porque eso es lo que son.
Cuando La Banda encumbra a la categoría de héroe a uno que da un palo asesino por detrás a un delantero que se queda solo, no hay allí sino el edificante ejercicio de La Banda oliéndose la entrepierna a plena satisfacción. El mismo que se produce cuando su afición corea el «échale huevos», encumbra a Zidane a categoría de profeta de los banquillos o proclama que Casemiro es el mejor medio centro del planeta. Rían, rían, pero reforzarse es siempre un acierto, y en ese lodazal, siendo el Madrid el Madrid, es donde gana La Banda.
En el Barça llevamos casi una década en manos de un club, de unas juntas, que no quieren sino destruir el relato ganador del Barça. Sabíamos la receta del éxito, pero no hemos hecho sino correr en dirección contraria. Paulinhos y Vidales, contragolpes, infinidad de partidos ganados en las áreas. La aberración cometida ha sido tan concienzuda que el pobre De Jong lleva cinco meses aquí y no sabe si juega en el Barça o en el Alavés.
En ésas llega una competición cutre pasada por el embrutecedor filtro de los tiempos modernos y palmas unas semifinales de Supercopa en uno de los poquísimos partidos decentes de la temporada. Y joder, el vestuario hace un clic, decide que con Valverde la cosa no tira, que mírale a la cara, y le retiran el vale que le regalaron en junio: muerto.
Y de pronto, en el puto desierto árabe, el Barça vuelve. Porque echa a un tío que en dos años ha ganado dos Ligas, que ha batido el récord del club de jornadas en el liderato en ese tiempo, que es líder en Champions y Liga. Lo echa y la gente, la mitad que sabe, aplaude, porque el equipo no jugaba una puta mierda. Y te pones a recuperar el tiempo perdido, besas tu antigua Meyba y pides otro gintónic: para reemplazarle, eliges a Quique Setién. 300% Barça.
Y eso que no es exagerado, repasando la carrera del flamante nuevo entrenador, concluir que estamos ante un fracasado cósmico. A sus 61 años, cero títulos, con dos ascensos. Despedido en el Polideportivo Ejido y el Logroñés. En Las Palmas y Betis, los mejores equipos que ha llevado, no marcó época. Experiencia internacional, dudosa: el Betis en Europa League (eliminado en dieciseisavos) y un partido como seleccionador de Guinea Ecuatorial (perdió 0-3 contra Camerún).
Traten de escrutar ustedes qué se oculta tras unos resultados tan tristes. Piensen en qué hay detrás de tanta desilusión, qué fuerza mantiene en pie a este cántabro que ha entrenado exactamente en 500 partidos y sólo ha ganado 187. A qué tanto cuento, con tanta derrota.
Es sencillo: que el hombre jugaba bonito. Adoraba a Cruyff, se habría dejado mutilar por trabajar con él. Y siempre le ha imitado. Estamos ante un hombre de fe, ante un chiflado que lleva toda una vida haciendo tocar Mozart a orquestas de pueblo. Lluvias de botellas, 61 años, cero títulos. Pero va un día y encuentra a Messi y Busquets. Hay poesía ahí, amigos.
Tras este súbito chute de identidad uno intuye al Barça, que vuelve. No sabemos cuánto fútbol queda en las piernas de nuestros veteranos héroes. Pero sólo desde una fe fanática y con un Barça que quiera ser el Barça podremos asistir a esta última carga de los rohirrim.
El balón es caprichoso, pero algo difícil se ha logrado ya. Por primera vez en meses, nos hacemos la pregunta primigenia del futbolero feliz, la que se hace con un tocotón, tocotón procedente del pecho: ¿Cuándo cojones juega el Barça?
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