El hombre

Es mejor que Pelé

26 diciembre , 2020

El himno atronaba en la grada del viejo Sarrià en una época en que ya habían asumido que su Espanyol daba para lo que daba. El del megáfono gritaba: «Es mejor… ¡que Pelé!». Y la multitud guardaba un tenso segundo de silencio en que a penas podían contener la risa, expectantes ante el culmen del humor qur iban a perpetrar. Porque tras el aviso, todos ellos rompían a hacer palmas rítmicamente con una canción que decía «Ne-nad / Ne-nad Pra-li-ja / la-la /le-re-le-ré…».

Sobre el césped, Pralija, con su media melena y el millar de promesas que no alcanzaría, trotaba voluntarioso ante la chanza popular. Jugó 42 partidos, anotó cuatro goles y la colección de los clubes en que alargaría su vida deportiva sólo la pronunciaría correctamente un hábil orco de la Tierra Media. Pero hablemos de ese «Es mejor… ¡que Pelé!». Pelé como medida de todas las cosas, como summum absoluto del balón, como referencia y dios negro. Pelé, el de los tres mundiales, el del sombrerito a la defensa sueca, el que driblaba entre carniceros salidos de las peores maras de Sudamérica. El insaciable goleador del Santos, el número uno en todo.

Hasta el otro día.

Las alegrías que Messi ha brindado este año a su acoquinada parroquia son pocas. Un exabrupto de rabia, el regate a Ramos sin final feliz. La cotidianidad ya no casa con esta leyenda viviente, que como una médium antigua parece comunicarse ya sólo con los espíritus. En uno de estos trances nos regaló el homenaje a Maradona, en un tanto en que sólo él podía haber copiado el original de la camiseta.

La otra noche, Messi, que también havía homenajeado a Cruyff antes de que falleciera con el penalti indirecto, decidió tener un recuerdo para Pelé: le superó como máximo goleador de la historia en un solo club. 644: el Profeta del Gol hizo 60; Bakero, 91; Ronaldinho, 95; Stoichkov, 121; Rivaldo, 130. Romário o Ronaldo no aparecen en el radar. La mejor noticia de esos 644 fue que tras un trimestre de pena negra y rabia oscura, La Bestia Parda parece haber reencontrado la ilusión de la mano, entre otros, de este fenómeno de la simplicidad llamado Pedri.

Messi ya hace mucho que se comunica con el más allá y parece elegir los domingos en que jugar para él. Pero algunas hojas verdes le han salido y sus lunes y sus martes vulgares vuelven a parecer los de un juvenil hambriento. El martes le toca el Eibar y sabe dios que no nos lo perderemos: es el más grande. Como Pralija, es mejor que Pelé.

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