Cruyffistas

Elecciones (II): La disyuntiva de Satán

9 enero , 2021

Te has desahogado en el ascensor, y sabes que eso no se hace, que contraviene la urbanidad, la decencia, desafía las leyes de dios y de la Catalunya eterna. Te has desahogado aquí dentro y ahora podría pasar que, ay, el ascensor pare en otra planta antes de que llegues abajo. Y la cosa ocurre. Y finges granítica indiferencia, saludas con la cabeza mientras buscas el móvil (hace 20 años habrías buscado la reconfortante y blandurria compañía de tu pito, qué bien la madurez, qué bien vas en la vida) y hasta la última célula de tu organismo está alerta temiendo la pregunta, el comentario, todo es tensión. Y el momento llega: «Quina pudor, que porca és la gent, no hauràs estat tu».

Triste victoria la del cruyffismo, que en vez de dedicarse a perseguir antorcha en mano al suegro nuñista vive el periodo electoral con pavor a que llegue THE MOMENT. THE MOMENT acecha en cada conversación de WhatsApp, en cada encuentro fortuito por la calle, en cada llamada telefónica, hasta se cuela en el mail y las comidas familiares y por supuesto, en el trabajo. No hay tregua para los flojos de espíritu, porque THE MOMENT dice así:

-I tu, qui votaràs?

La disyuntiva que pesa sobre las atribuladas cabezas del cruyffismo es de una obviedad que ya pocos adornan con el pentasílabo Font-o-La-por-ta. Y claro, ahí estamos, perdidos y acongojados y temerosos del voto por el que habíamos estado pagando 185 euros anuales durante una década con la lejana esperanza de derrocar al nuñismo, no de encontrarnos en una guerra fratricida. Lo cierto es que el cruyffista medio tiene varios conocidos en cada candidatura y varios compañeros de fatigas twitteras (triste heroísmo de likes y retweets el de nuestra era) metidos hasta las trancas en la movida. Y les deseas suerte a todos, buena gente, una causa que era común. Y aunque cierta elegancia se mantiene, de unos días a esta parte hace por ahí un frío cabrón, cada frase y cada tweet son una mina antipersona, la tensión crece, son los vagos aromas de Puerto Hurraco.

Las acusaciones están ahí: desde una trinchera se acusa a sus rivales de ser el pasado, de no tener plan, de ser una lona y un recuerdo. Desde la otra se les responde que lo suyo procede del laboratorio y que para qué comprar la copia cuando está el original. Y realmente, desde la simpatía y el afecto, ninguna de esas candidaturas parece perfecta: en el rincón de Font vemos tantos nombres procedentes de la Barcelona upper, tantos hombres blancos, libres y triunfadores, que ciertamente aquello recuerda a Bassat, que metió hasta a Judith Mascó en el ajo. Pero es que en el corner de Laporta no sólo aparecen personajes de los que uno siempre se preguntó qué sumaban ya hace 15 años, sino que los aromas de pacto con Sandromeu son alarmantes. Y no les engañaré, ni madurez ni ná: a estas alturas de la vida, tras esta década de humillación permanente, uno sí le pide a un presidente cruyffista que lleve estos lustros de barbarie a un juez, que levante alfombras, que muestre horrores, saque documentos y arme un cirio de cojones. Pero la duda se mantiene: ¿será más duro con el pasado un presidente que tiene a Vilarrubí en sus filas?

Aunque todo sea bueno y deseable, nadie es perfecto.  Matem-nos com bons germans, que deciá el Soleràs aquel.

Ante este panorama conviene apaciguarse y recordar que sólo en los clubes horteras -los de caudillos, Bernabéus y Florentinos- han sido clubes de presidentes. El Barça siempre triunfó como club de entrenadores, como club de fútbol, no como hoguera de vanidades del poder. Así, ¿quién tendrá una apuesta más radical a la hora de entregar el club a un Guardiola y decir ‘el que et calgui‘? Pues uno diría que en eso hay poca diferencia: con uno, llega Xavi y el ejército al que ha ido seleccionando con mimo durante meses. El otro ya demostró que ése es el modelo, aunque no sepamos ahora si llegaría con el mejor 6 de siempre o con algún centroeuropeo parabólico. Realmente, cualquiera de ellos es volver al modelo y enterrar el Mal.

THE MOMENT, decíamos.

Uno recuerda aquel examen dramático, a vida o muerte, en que nada sabía y necesitaba un milagro, y en que quiso la providencia y una proverbial velocidad de piernas que quedara sentado entre aquel alumno que llevana cinco meses estudiando de día y de noche y que se lo sabía todo hasta la última coma; y aquel otro que jamás estudiaba, pero que había sacado los únicos dieces conocidos en la historia de la asignatura, porque era un genio. Y sólo podías copiar a uno, porque tu ojímetro indicaba que en aquel test decían lo contrario. Y tenías que tirarte por papá o por mamá.

Y la disyuntiva de Satán está ahí, y algunos de ustedes, que acuden a veces a este rincón bárbaro, nos miran e interrogan, y nos insisten con el i tu què votaràs y sinceramente decidirá el rampell del último día, qué más da, si ya hemos ganado. Y si nos insisten y arrinconan, oirán la verdad: «Sí, he estat jo, i ahir vaig sopar mongeta blanca«.

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