El mito

El Dios del Fútbol (IV): Primavera 2011

29 septiembre , 2021

«Así, traído de los Senderos de los Muertos por el viento del Mar, llegó Aragorn hijo de Arathorn, Elessar, heredero de Isildur al Reino de Gondor. Y la alegría de los Rohirrim estalló en un torrente de risas y en un relampagueo de espadas, y el júbilo y el asombro de la Ciudad se volcaron en fanfarrias y trompetas y en campanas al viento»

Es la primavera del 2011 y la demencia y mezquindad de Florentino Pérez, Mourinho y el gran Madrid mediático hacen posible que el mundo asista a un choque homérico entre el Bien y el Horror. El Barça de Guardiola, un compendio de virtud, se enfrenta a un engendro tolkeniano. Lo hace en tres actos a vida y muerte, y el Barça conocerá la derrota y también el dolor, mucho dolor, pues no hemos visto un equipo tan sucio sobre el campo ni fuera de él.

La Copa vuela, sí, la Liga queda asegurada, pero el momento clave, por el que será recordado ese año, llega en el choque de ida y vuelta en semifinales de Champions. Hagan memoria: sí, la enésima agresión de Pepe para jugar a la ruleta con la tibia y el peroné de Alves. Recuerden aquel 0-1, irrumpiendo con la velocidad de un loco al primer palo para explicarle al mundo que el mejor delantero centro que hay en el campo es él, 169 centímetros le contemplan.

Y luego, una jugada que sobrevivirá a las ciénagas de nuestro Alzhéimer.

El Mal queda por el camino, pero falta un último rival antes de levantar la copa que un año antes el destino le ha negado. Es la final de Champions contra el United. 15 días atrás, Messi avisa en la celebración por el título de Liga. Seguramente nunca le veremos replicar de un modo tan preciso a Muhammad Ali: “El 29 voy a volver acá y voy a hablar”, le dice a aquel Camp Nou embravecido de la era Guardiola.

El 28 de mayo el Barça jugará el que para algunos es el mejor partido que hemos visto. Por encima de cincoceros, de Dinamos, de dosaséis y de baños a rivales menores en finales de mundiales de clubes. Arriba del todo en el panteón de los grandes partidos está el troceo del Manchester United en 2011, una tarde en que Alves pudo meter cuatro, un partido que nos deparaba un regalo para siempre, uno de los grandes pósteres de la era Messi. Aún hoy, tropecientos tantos a cuestas y superado Pelé, aún hoy podemos decir que nunca vimos a La Bestia gritar un gol de ese modo, babear y abandonar el mundo de la razón como en esos instantes que nos fue dado vivir en 2011.

Tenía 23 años y era su tercera Champions. Messi había empezado el partido como humano, lo acababa siendo un Dios.

 

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