Clásico

A los que empiezan

13 enero , 2022

Seis décadas atrás hay que remontarse para encontrar un Barça que perdiera en cinco ocasiones consecutivas contra El Mal. Justo ahí hemos llegado en los estertores de la era Messi, con Setién, Koeman y al fin con Xavi. La derrota llegó con el amargo sabor de tantas otras, tras dominar a un equipo que se sabe superior, más curtido y que lo fía todo a las contras. La derrota llegó cuando no sabemos cuántos puntos nos llevan en Liga, se cuentan por puñados.

Pero transmite este Barça un algo que no siempre tenemos la suerte de vivir. Si hoy nos echamos las manos a la cabeza al recordar los albores del Dream Team, la emoción de cuando Laudrup, Bakero y Stoichkov se conocieron a las órdenes de Cruyff y no entendemos lo que debió ser el atronador inicio de Busquets e Iniesta junto a La Bestia Parda bajo la batuta de Guardiola, cosa similar nos parecerán en unas décadas estos primeros pasitos de Gavi, Nico, Pedri y Ansu en la era Xavi. Son jugadores que prometen marcar una época, por cualquiera de ellos nos levantamos juguetones en día de partido; sus movimientos, aunque bisoños, endulzan cualquier derrota en las lejanas, corruptas y bárbaras Arabias.

Es posible que el equipo no tenga automatismo ni plan, que carezca de la sencillez del mecanismo de La Banda (el imponente triángulo defensivo, dos lanzadores, tres delanteros a atacar el espacio, todo ello regado de millones y mercenarios), que seguramente falte aún un líder sobre el césped y también la fe que se requiere para ganar. Pero un lustro después, el Barça parece convencido de lo más importante: ahora tiene un camino -el equipo de Cruyff ha decidido ser el equipo de Cruyff. Y cuando uno tiene la idea, lo probable es que acierte con el entrenador, y que como consecuencia de ello busque futbolistas que entiendan el viaje.

Y contamos obviedades, pero es que se han hecho tales atrocidades en esta casa, primero en nombre del crimen, después con la red de seguridad de Messi y por último al amparo del pésimo gusto futbolero de Koeman, que uno ve la plantilla y entiende que los padres de Frankenstein se corrieron tremenda orgía, no faltaron culturistas, cabras ni Chewbaccas al evento. Será el paciente trabajo de pulir, poco a poco, este sindiós, lo que convertirá la aberración actual en un bonsai apañado, y créanme, este bonsai tiene hechuras de secuoya.

No siempre se tiene la suerte de vivir un viaje desde el primer paso. Disfruten de la derrota, también de la derrota ante el máximo rival y especialmente si fue inmerecida. Disfrútenla, porque si algo le falta a esta tropa es el rencor que sólo dan los múltiples fracasos. Los dioses del balón son rigurosos y nos deparan aún muchas derrotas, pero a pocos entregan más placeres que a los que cierran la mochila, buscan su camino y se echan a andar.

Una era ha empezado. Ni se les ocurra pestañear.

 

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