Fracasos

El verano de la 14

12 junio , 2022

Tremendo silencio y luto y autoflagelación el de la culerada ante ese nuevo horror parido en Mordor. Ha ocurrido: la increíble Champions ganada con un tiro a puerta en la final, en un nuevo tirabuixó y folra y manilles, en el enésimo insulto del borbónico escudo a las leyes de los mortales. Ustedes ya saben lo que siguió: el recuento de títulos de los Nachos, las durísimas comparaciones y, sorpresa, el absurdo debate sobre si el Barça debería cambiar de modelo.

El asunto es fascinante: si algo tiene La Banda en su simpleza es que no aspira a dejar legado alguno, ni a explicar cómo se juega a esto. Defienden abajo, contraatacan con veneno y se dedican a ganar con el mínimo fútbol y la máxima potra posibles. Nunca vimos al Mal evangelizar ni dar lecciones, y el humor se ha visto muy resentido con el asunto. No me digan que no estaría bonito escuchar «lo que tienes que lograr es que el portero rival haga la peor cagada de su vida en semis y luego otro portero dos veces en la final». «La clave de nuestro modelo es dejar rematar al rival más de 25 veces para, ahí es cuando están jodidos». «Tenemos a Valverde, que corre con vigor y pegará un pedrolo al segundo palo, a partir de ahí es muy difícil que no ganemos». El Madrid, en consecuencia, no es un equipo admirado fuera de la Meseta. Juega como el Sestao de la temporada 55-56, sólo que con un presupuesto que le permite tener centrales que defienden, centrocampistas que saben pegar, un par de talentosos quarterbacks y grandes delanteros. Cómo será la cosa que llevan ganadas 15 Copas de Europa seguidas y ni así logran que nadie con cara y ojos del planeta fútbol diga ‘A mí me molaría ser como el Real Madrí’.

Y decíamos que tal vez por lo precario de su paladar no dan chapas ni imparten lecciones. Para eso, claro, ya estaban nuestros quintacolumnistas, que orgasman a cada nueva orejona blanca para pedir que el Barça sea más físico, que cambie su modelo. Resulta acojonante: no sé cuánto más se puede cambiar de modelo después de un lustro en que lo fiamos todo al talento de un único tío -sí, el del Dios del Fútbol-, en que apostamos por Griezmanns, Coutinhos y Dembélés, en que Arturo Vidal llegó a ser titular en nuestro centro del campo.

Igual no iba de cambiar el modelo, sino de creérselo.

Uno podría pensar que siendo ésta la 14a Champions del Madrí la cifra nos recordaría de dónde venimos y a qué aspiramos. Posiblemente Cruyff no se alteraría: concluiría que Dembélé es una vaca sagrada con triquinosis, que en el centro del campo falta calidad, que hay que aumentar la competencia a esos veteranos que, Barto mediante, son intocables por sus contratos.

Y no son tantos los milagros los que hacen falta en este mercado de fichajes: el principal, un tío que acompañe a Pedri, uno solo, para que juegue en espacios reducidos, con regate y pase. Un crack, claro. Y también habría que buscar un extremo diestro para intentar superar los impresionantes registros goleadores de Dembélé en su última temporada (un gol a un Segunda B, un gol en Liga y otro más a unos australianos. Tres golitos, jódete María del Carmen).

El resto lo tienen que hacer entre Ansu y Ferran y Auba y Memphis. Uno no cree que falte mucho gol ahí, porque lo que falta es fútbol, no acierto. El resto estará en manos de Pedri, Gavi y Nico. Recuperemos la brújula y la autoestima. El Madrid vino al mundo a ganar, sí. Nosotros a meterles cuatro y a decirles que nunca han sabido hacer otra cosa que añadir palitos al Excel. Nosotros, los de Cruyff y Guardiola, no vamos a callarnos por otro ataque de potra de los Pelemiros. Y menos aún deberíamos dudar de lo que somos, lo que nos gusta y de la que ha sido nuestra fórmula para reinar.

You must be logged in to post a comment Login