FCB: Furia, cólera y bilis
Hablamos de un equipo que está en el primer año de su...
La 13a de Busquets en 22 encuentros en el Cuernabéu será recordada como una pírrica victoria, con horrendo gol y peores sensaciones. También habría que apuntar que significó medio título, obtenido en un día en que la sucesión de lesiones en el Barça parecía maléfica obra de algún departamento secreto que opera desde un sótano de ACS. Olía, sí, a paliza guapa, pero 0-1 i cap a fer nones i estudiar el C1.
La Xavineta, el equipo azulgrana más denostado de los últimos 20 años, y también el equipo que juega en una situación más crítica (una catástrofe sobre el verde podría hundir al club, hundirlo de verdad), esconde detrás de tanta inquina, tanto meme y tanto «Xavi quédate» a un conjunto con la solidez de un yunque. Ocho goles encajados en Liga y estamos en marzo, de qué estamos hablando. Media docena de veinteañeros titulares cada semana, y el invento no se cae. Un ambiente tóxico de cojones desde dentro y desde fuera, y ahí aguantando. Europa, sí, desnudó un equipo que no está maduro, pero que tiene hechuras de acero.
Sólo así se explica que la victoria en campo del multicampeón mundial sin nuestro mejor futbolista, sin nuestro goleador y sin el único delantero que fue titular en la final del Mundial (sí, ya sabemos la magnitud del zurullo que defecó en semejante escenario). Somos la kryptonita de esta gente, de estas malas bestias que en Liverpool se creían Zeus Tronante.
Y así, con semanas malas y semanas mejores, nos hemos plantado a las puertas de la primavera con un equipo al que nadie quiere pero que tiene su épica. Se sustenta sobre tres pilares: en primer lugar, la del club arruinado al que empujaban al abismo de la resignación y de una década de ser el Milan y respondió con vistoso calvo. Para seguir, la de una defensa tan imponente que está a la altura de la emergencia vital que vive el club. Y la tercera, sí, la de un fútbol que a días es el nuestro, que desnuda al rival, le arrincona y nos da triunfos desde la estética y la alegría y nos recuerda que somos el Barça.
La Xavineta, una máquina infernal digna de Mad Max, palmó el domingo en Almería y desaprovechó una ocasión acojonante para finiquitar la Liga. Minutos después del colapso, tres días después de palmar en Manchester y a cuatro días de visitar el Cuernabéu, con una lista de bajas que invita a la inmolación, salió el bueno de Ter Stegen, de la estirpe alemana de los Chewbacca, cogió un micro y dijo lo siguiente: «Vamos a conseguir lo que queremos conseguir».
Permítanme un consejo. Si cruzando los desiertos de este mundo apocalíptico ven a la Xavineta por el retrovisor, acercándose entre nubes de polvo, música heavy y sonido de explosiones, háganse un favor: apártense y récense un algo.
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