Los nuestros

Las notas (y III): Una delantera de Power 8

16 julio , 2023

Un delantero del Barça debería remitir a Cruyff, Maradona, Romário o Messi, y no a Lazo, Koleosho, Joselu y Braithwaite. Con esa camiseta y ese escudo, por el amor de Cristo Rey. Un delantero del Barça, ni siquiera a las puerta del inminente exilio, jamás debería emitir efluvios de Power 8 – Corneprat – Old Demolished Sarrià Stadium. Y eso es lo que hemos tenido. La Liga del 1-0 dio para asombrarse con la defensa, con la implicación colectiva y con la falta de talento de centro del campo hacia adelante. En un año en que andábamos especialmente cortos arriba, las miserias se han visto demasiado, en un desesperante quiero y no puedo.

Durante meses, especialmente cuando a Lewandowski se le apagó la luz y faltó Pedri, aquello han sido unos Monegros de primer nivel, añorando a Jutglà, preguntando dónde cojones acabó Ilias. Y la anaconda que nos cogió con el niño Lamine no les cuento: un tío con desborde y capaz de dar asistencias que nadie en el campo ve. Seguramente es momento de asumir que de los tres fichajes que hemos hecho pagando en telarañas (Ferran, Raphinha, Lewandoski) sólo el nueve tiene primer nivel. Y los que ya estaban, Cabrélé y Ansu, están lejos de lo que predican sus apóstoles.

Y llega el mercado y es obvio que a Gündogan y a los siete quilos de tríceps de Pedri convendría sumar algo en la delantera. Abde, que ha driblado en Pamplona más que toda esta banda junta, nos parece hoy un regalo de los dioses y claramente, a cambio de tener a una estrella, Alemany traspasaría a cualquiera excepto a Lewandowski. Desde aquí no les engañaremos: por una superestrella, adiós también al veteranazo. Así hemos acabado la temporada, con cinco tíos cuyo adiós no lloraríamos, con excepción de uno, Ansu, a quien sí vimos hacer cosas que en el Power 8 no han soñado.

Raphinha. 7. Ganador. Titularísimo, cierra el año con 50 partidos a sus espaldas para sumar 10 goles y 12 asistencias. Tras años de sufrir la sinrazón y la satánica anarquía de Dembélé, durante meses nos pareció un regalo de los cielos tener a un tío con nociones de lo que es el fútbol y con esa cosa de primero de cadetes que se llama criterio. Y tenía, además, calidad a raudales en esa zurda (un día incluso le confundimos con La Bestia), compromiso defensivo y una terrorífica mala hostia que ha demostrado cada puta vez que le han sustituido a lo largo del año. En un equipo de niños, leámoslo como otra virtud.

Sin embargo, para situarse en la elite de los delanteros del planeta, una elite de la que no está cerca, le ha faltado uno contra uno. Cierra el año como el 19º de la Liga en este apartado, con 98 dribblings, cuando Vinicius se ha ido a 265. Y por ubicarnos: un gol o asistencia cada 132 minutos no serían como para ser titular en la delentera de Brasil y ni mucho menos en la del Barça. A Raphinha tenemos que agradecerle este título en plena travesía, el haber podido olvidar a Dembélé, su calidad en el último minuto de Mestalla y ese golazo en Pamplona.

Dembélé. 4. Pandémico. La palma Kundera, la palma Ibáñez, la palma Jane Birkin, pero no sufran, ¡INMORTAL DEMBÉLÉ! Tales son sus insólitas dotes para sobrevivir en un entorno hostil que cada mañana tememos encontrarle con su cara de sietemesino al abrir la puerta de la nevera, tirado en el sofá de casa, enjabonándose fuerte en la ducha. El Mosquito es, sí, la maldición de nuestra era.

Y eso que sus fanses, histéricos a las puertas del Sant Jordi, aseguran que ha sido su año. Bien, hablemos de ello: ocho goles y nueve asistencias en 35 partidos, con una aportación cada 127 minutos; es lamentable que se le pretenda hacer pasar por el desequilibrante del Barça. Añadamos a estos números vulgares un dato estremecedor: del nueve de enero hasta que fuimos campeones de Liga, cero goles, cero asistencias, cero todo. Eso es Dembélé en el que ha sido SU SEXTO PUTO AÑO EN EL EQUIPO, POR EL AMOR DE CRISTO. Como cada año desde aquel 2017 en que vino a arruinar nuestra felicidad, la Cabra Francesa tuvo su día bueno (en otoño, claro, contra el Bilbao) y felizmente desapareció por lesión durante el invierno y la primavera.

Mucho nos tememos que Dembélé es hoy un recordatorio de nuestras rencillas emocionales con un club que en los últimos años nos ha torturado y una cicatriz de lo poco malo que nos ha hecho Xavi. Eso sí: admitamos que Cabrélé ha hecho este año su mejor jugada desde que es futbolista del Barça y que la felicidad que nos dio es eterna. Si saliera traspasado, este Cavernícola les jura que visitará Canaletes.

Lewandowski. 9. Killer. Ya les contábamos en verano, para regocijo de ustedes, que en esta cueva desconfiamos de los nueve que sólo son un nueve. Pero este año había que ganar y nadie era más responsable que Lewandowski si no lo lográbamos. Su aportacion va más allá de sus números (33 goles y ocho asistencias, el único del equipo con un nivel de crack mundial) y dejó en el equipo desde el segundo día una convicción, un espíritu de que ganar no era una posibilidad sino una dinámica. Ha dejado gol o asistencia en cada partido que ha jugado (cada 96 minutos sumaba), aunque eso no oculta que su aportación tras el Mundial ha sido desesperante. El ariete polaco (qué biensonancia la del sintagma, lo recomendamos muchísimo) nos ha dejado en las retinas un par de acciones dignas de superclase mundial: este chicharro al Inter, y por amor de dios, esta maniobra al Villarreal.

Huelga decir que a lo ya enumerado Lewandowski suma otro asunto: forma parte del nuevo núcleo duro del vestuario, un núcleo duro de gente seria, probablemente aburrida, fiable como un, ehem, diésel alemán. A su vera han florecido los Ter Stegen, De Jong, Christensen y Sergi Roberto. Así es como tras años de proyectar en Instagram algo parecido al cártel de Sinaloa, ahora nuestro núcleo de poder se asemeja a unos apañados Erasmus en Bruselas.

Ansu Fati. 4. Perdido. Qué breve la felicidad, qué largo el olvido. Diversas veces este año nos hemos sorprendido rebuscando en Youtube para entender qué le veíamos a Ansu. Y sí: increíblemente, era brutal. Su año ha sido una tristeza y un desastre, incluso si sacamos de la ecuación el hecho de que luce el 10 en el Barça. Sus diez golitos y cuatro asistencias son los guarismos exactos que habría tenido cualquiera de ustedes en 1.824 minutos jugando en el Barça, y si cometen ustedes el error de repasarlos en Youtube, que dios se apiade de su retina. Por suerte, tenemos que admitir que felizmente a medida que avanzaba el curso Ansu fue perdiendo el repugnante trote cochinero que le vimos en otoño, cuando parecía un Cesc Fàbregas de la vida. Si a alguien tenemos que darle un voto de confianza que sea a él. Porque esto era nuestro diez cuando tenía chispa, cuando su velocidad de pies igualaba a la de su cabeza.

Ferran Torres. 3. Pocero. Internacional, mundialista y con precio de estrella para dar siete goles y tres asistencia en un año entero. Dicho de otra forma: 55 millones de euros para tener lo que te daban Jeffrén, Cuenca, Tello y básicamente cualquiera. Para definir el año de Ferran basta decir que éste ha sido su mejor momento y que su partido estelar llegó ante el lateral suplente del Cádiz. Ignoramos qué se puede rescatar a nivel económico del timo en que caímos, pero un tío que da un gol o una asistencia cada 188 minutos, en fin, #traspasar de manual, porque hasta sus defensores nos hemos quedado mudos.

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