Derby

La gorra reversible

4 enero , 2016

Un empate en Cornellà es siempre una experiencia dolorosa para el barcelonismo. Hay ese instante especialmente jodido que son los últimos 30 segundos en que los realizadores se explayan en imágenes de las gradas y uno ve el fanatismo y la euforia del pueblo blanquiazul. Si es impostada o real, es difícil de saber; lo que es seguro es que hay mucho de rechifla, de «estamos felices porque sabemos cuánto os jode».

Así es el derby, nos parece justo y necesario.

Pero concluido ese trance, el empate, que nos permite ser líderes virtuales antes de la llegada de los refuerzos, deja dos tesoros. El primero hace referencia a un mantra muy repetido desde Cornellà y versa sobre la potencia económica del Barça. Según dicen, es irremediable que los azulgrana ganen tanto habida cuenta de lo que gastan. Menuda trola, amigos: el sábado el Barça llevó al Bajo al equipo con el que se jugó la última final de la Champions y no pasó del empate. De hecho, a estas alturas tenemos muy asumido que no siempre hacemos 12 ocasiones y que hay días que cuando La Bestia Parda y Suárez chutan al palo, kaput. Por eso valoramos cada uno de los cinco títulos logrados en los últimos ocho meses como si fueran oro. Porque no somos un equipo perfecto y porque que son los mismos que el Espanyol ganó en su centenaria historia de rencores de vecina fea.

La segunda felicidad que nos trajo la demostración de coraje y competitividad perica viene con la confirmación de la teoría de la gorra reversible: a saber, que sea por convicción o por antibarcelonismo, el Espanyol ve en La Banda un equipo amigo, con el que comparte odios y alegrías. Los pericos de bien, que los hay (en casa conocemos a la friolera de tres) pueden renegar una y 1.000 veces de su merengofilia, pero tenemos ojos en la cara y existe Youtube. Y el quinto de CR Ceja en Cornellà hace cuatro meses les retrata por los siglos de los siglos:

https://www.youtube.com/watch?v=3uqWuFjGfzI#t=5m53s

Efectivamente, a partir del minuto 5’52» puede verse cómo la defensa del Espanyol, con siete tíos y 0-5 en el marcador y jugando en casa, se deja rematar desde el punto de penalti en una acción en que sólo atacan tres. ¿Cómo logra semejante proeza? Con el sencillo método de pasturar. Todos andando, no sea que vayan a enfadar a mamá. Cuando el Espanyol homenajea de ese modo a La Banda y después le hace 22 faltas al Barça en un partido durísimo, el mundo es sencillamente un lugar mejor. No encontrarán aquí críticas al estilo de juego perico, ni a sus mandobles. Al contrario, nos viene estupendo para recordar al mundo que el Espanyol es un colectivo de estafadores al que, merced al odio de sus gentes por lo azulgrana, se le permite jugar a tope sólo contra un rival. Y es así como cumple con su mayor honor: el de ser la marca low cost de La Banda.

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